lunes, 27 de enero de 2014

HISTORIA DEL RADIOTEATRO

El radioteatro tuvo su momento de mayor auge a partir de la década de los 40, cuando los actores se vestían de gala para trabajar en los radioteatros y la audiencia fiel los seguía cuando se presentaban en diferentes salas del país. La radio reinaba por antonomasia y sin competencia y el radioteatro era su mayor atracción. Estimulaba el juego individual y personal de la imaginación.
Las grandes parejas protagónicas, asociadas sin inconvenientes a las características de los personajes solían acaparar la atención de la familia, donde la imaginación personal era el ingrediente que creaba el marco escenográfico a las pasiones humanas.
Toda una época de esplendor que se mantuvo durante algunas décadas, hasta que el género empezó a languidecer y sin que nadie se diera cuenta desapareció.
El primer radioteatro, según registra Carlos Ulanovsky en el libro "Días de radio", fue "Una hora en la pampa", de carácter folklórico, dirigido por Francisco Mastandrea. Le seguiría José Andrés Pulido, creador de "Chispazos de tradición", que a fines de la década del 20 logra imponer una fórmula particular para el radioteatro.
"La pulpera de Santa Lucía", de Héctor Pedro Blomberg, "Por la señal de la cruz", "El cantor misterioso", "La caricia del lobo, "La familia de Pancha Rolón" , fueron algunos títulos que alcanzaron la popularidad. Por aquel entonces reinaban Angel Walk y Olga Casares Pearson como pareja protagónica.
En la década del 40, los dramones fueron dejando espacio para nuevos temas novelescos: sentimentales ("El precio del amor", "Vestida amor", "Así es el amor"), gauchescos ("La mazorquera de Monserrat", "La estrella de sangre", "El puñal del tirano", maternales ("Virgen y madre", "El gran secreto de mi madre", "Las madres perdonan siempre").
En esta época comienzan a aparecer las grandes plumas del radioteatro: Yaya Suárez Corvo, María del Carmen Martínez Payva, Silvia Guerrico, Eifel Celesia, Roberto Valenti, Alma Bressan, Abel Santa Cruz, Nené Cascallar y el jovencito Alberto Migré.
También empiezan a sobresalir las voces, inconfundibles, de los actores que llevaron al género a su máxima expresión: Mecha Caus, Nidya Reynal, Francisco de Paula, Delfy de Ortega, Juan José Miguez, Roberto Durán, Sergio Malbrán, Nelly Hering, Enzo Bellomo, Alfredo Suárez Serrano, Atilio Veronelli, Pedro López Lagar, Nora Cullen y Gloria Ferrandiz, entre muchos otros..
En 1950 se realizó la primera transmisión de un ciclo que sobrevivió durante 47 años a los vaivenes políticos y económicos de LRA Radio Nacional: "Las dos carátulas. El teatro de la humanidad". En este caso, según aclara su actual directora Nora Massi, no es un radioteatro, sino teatro llevado a la radio."
El principio del fin
Pero la nueva década trajo también algunos cambios en los contenidos y en la preferencias.
De esta manera, el dial se dividía entre la línea criollista y del suburbio, que desarrollaba, entre otros, Juan Carlos Chiappe, (Radio del Pueblo, Antártida, Porteña y Provincia) y el sentido estético que Armando Discépolo trataba de imponer al frente del elenco estable de Radio El Mundo, con versiones de teatro y de películas ("Radio Cine Lux"). Había otra tercera línea que ya estaba asentándose en el gusto popular, la sentimental, y en ese campo se lucía Celia Alcántara ("La última verdad", "Simplemente María", "Rafael Heredia, gitano") y Alberto Migré ( "0597 da ocupado" y "Esos que dicen amarse").

Estos textos hacían suspirar a las radioyentes, que se estremecían ante las palabras amorosas de Sergio Malbrán cuando susurraba "Amada mía" o de Oscar Casco con su ya antológico "Mamarrachito mío". Sucumbían además ante la pasión vocal de Fernando Siro y la nueva voz del joven galán de Julia de Alba, Alfredo Alcón.
Pero, esa audiencia también se solidarizaba ante el sufrimiento que expresaban Hilda Bernard, Celia Juárez, Iris Láinez, Dora Ferreiro.
No faltaba el espacio para la audiencia infantil y allí estaban, invandiendo precoces imaginaciones, Tarzán y Tarzanito, Sandokán, Poncho Negro, Batman y Robin o el León de Francia.
Pero la llegada de la televisión, en 1951, trajo consigo un mundo de imágenes que fue desplazando lentamente a la imaginación.
En la década del 60, el radioteatro se resistía insistiendo con las compañías de Juan Carlos Chiappe, Roberto Escalada, Oscar Casco y Susy Kent, Ricardo Lavié y Beatriz Taibo, Rosa Rosen y Ernesto Bianco, Eduardo Rudy y Julia Sandoval.
Pero, el género iba agonizando. La vista, endulzada con la imagen, fue tapando el oído que se hizo sordo ante los pedidos de auxilio del radioteatro, mientras se iba hundiendo hasta desaparecer entre la información y la música que llegaba en forma de disco.
Catalán, el hacedor de los sonidos
Fue una dinastía de especialistas en efectos sonoros, de la cual Ernesto Catalán es el único de la familia que aún mantiene los secretos del hacer sonidos.
Nicolás Catalán, el precursor, se inició casi a comienzos de la radiofonía.
Era el acompañante de las voces, el que reproducía en sala todos los sonidos que exigía el libreto. Era el viento, el mar, la lluvia, los pasos sobre las piedras, el galopar nocturno, la puerta que se abría, el cerrojo que chirriaba. Todo eso fue familia Catalán.
En Parque Patricios, don Ernesto tiene su oficina, un depóstio de misterios, cuyas paredes están adornadas con pinturas que delatan su afición por ese arte.
Allí, sobre un tablero de dibujo, empieza a colocar los objetos, apenas unos pocos elementos para generar un universo de sonidos. A ellos también le llegó la electrónica y los CD de múltiples efectos sonoros.
En la charla, no puede dejar de evocar el momento en que llegó a Radio El Mundo con pantalones cortos, acompañando a su tío Nicolás. Allí aprendió el difícil arte de crear lo verosímil a partir de lo irreal y hacer fácil lo que parece imposible.
_¿Cómo hacían para crear los sonidos?
_Recurríamos a las cosas que teníamos a mano y después tratábamos de perfeccionar el sonido. Lo que no existía lo inventábamos.
_¿No existían los discos con efectos sonoros?
_ Sí. Yo tenía como cinco mil discos de efectos grabados, pero se prefería los sonidos en sala. Salvo aquellos que eran difíciles de reproducir como los aviones a reacción o muchedumbres.
_¿Se trabajaba sólo con radioteatros?
_No. También se utilizaban en los programas cómicos, como los de Luis Sandrini o "El relámpago". Se trabajaba donde se necesitaban.
_¿Se sigue utilizando en la actualidad un especialista en efectos sonoros?
_No con la misma frecuencia, pero yo sigo en actividad. Ahora estoy en un radioteatro breve que se emite por Splendid, "El club de las artes".
Haciendo ruido
De todo el arsenal de Ernesto Catalán vale la pena señalar algunos ejemplos.
  • Para una secuencia donde había que grabar el sonido de un globo aerostático se buscó una garrafa de soldar que prendía y apagaba.
  • Para los disparos, tiene un revólver a gas con cargador de balines. Otro recurso es golpear dos tablas especialmente diseñadas, o dejar caer la tapa de un piano preparado para que no resuene.
  • Puertas, en miniatura, con diferentes cerrojos: de heladera, de coche, de calle, de armario, metálica, de madera.
  • Cuatro escalones para los ascensos y descensos de escaleras.
  • Dos medios cocos sobre piedras para reproducir el galope de un caballo.
  • Dos medios cocos con cascabeles para dar vida a un sulky.
  • Un bastidor cuadrado con cubos de madera suspendidos con soga que, al golpearlo contra el suelo, recreaba la marcha de soldados.
  • Un cajón de madera, tipo frutal, con papas adentro, que al sacudirlo semejaba una manada de caballos.
  • Una máquina de hacer viento: un rodillo dentado de madera con manivela, que gira sobre con una loneta.
  • Una almohadilla de cuero rellena de arena para lograr el efecto de una trompada.
  • Las tablillas de madera para simular una cachetada.

  • Una jeringa para reproducir el descorche de una botella.