jueves, 27 de junio de 2013

TRES MUJERES IMPACTANTES CERRARON LAS IV JORNADAS GARDELIANAS EN BAHIA BLANCA

M.J.MENTANA
El cierre de gala en Bahía Blanca se realizó en el Teatro Municipal de la ciudad. A sala llena se presentó un increíble elenco que colmó las expectativas de los presentes. María José Mentana, figura central de la noche, demostró su envidiable trayectoria y enorme crecimiento desde aquellos días en que con apenas 9 años se iniciaba en la música en el reconocido programa relevisivo "Grandes Valores del Tango". Junto al excleente guitarrista Ramón Maschio realizó interpretaciones clásicas, incluyendo obras de los grandes poetas y compositores como Le Pera, Gardel, Celedonio Flores, Cobián, Cadícamo, Demare y Manzi y sorprendió con canciones fuera de género como la zampa de Atahualpa Yupanqui "La Añera", "La vie en rose" canción insignia de la cantante francesa Édith Piaf cuya letra le pertenece; y un baile de milonga junto al bahiense Gustavo Rodríguez que, con permiso de su compañera Natalia Gastaminza, compartió unos compases con la entradora cantante.
V.COTADO Y E.ROTELA
No menor fue el impacto causado por la marplatense Valeria Cotado, que junto al guitarrista y compositor chivilcoyano Eduardo Rotela debieron hacer dos bises ante el pedido fervoroso del público presente. Es que la "negra" Cotado y el "negro" Rotela -como ellos mismos se autorreferencian- tienen el arrabal inyectado en las venas. Del esbelto y delicado cuerpito de Valeria emana una voz potente, cuasi gastada y personal que dice el tango como pocas cantantes. Con un efecto llegador, cargado de emociones y caracter. Algo similar puede decirse del impecable ejecutor de la guitarra. Rotela es un músico presente en escena que le pone a las cuerdas toda su energía y sentir, especialmente en los temas canyengues y aquellos que le pertencen -maravillosos en letra y música por cierto- que escuchados en la voz de Valeria no tienen par.
La tercer vocalista mujer fue Gaby, ya reconocida por la platea bahiense que la recibió calurosamente, como
GABY
 de costumbre. La morocha interpretó algunos de sus temas característicos como "Cuando estemos viejos" y "Mi ciudad" y otros preparados especialmente para la ocasión como el clásico italiano "Caruso" o "Viejo Smoking" popularizado por la garganta de Carlos Gardel. Como preámbulo se proyectó un fragmento del corto cinematográfico homónimo protagonizado por el propio zorzal y el acompañamiento del tango fue ejecutado por Jorge Vignales y Eduardo Rotela.
La pareja de baile de Natalia y Gustavo fue la encargada de abrir el espectáculo junto a Gaby y ambos realizaron bellas coreografías de tango salón que despertaron fuertes aplausos y la admiración de la platea.
Por su parte, Susana Persia, pianista ampliamente reconocida en la ciudad, ejecutó en solo de piano "Caminito soleado", de Carlos Gardel.
G. PEZZUTTI
La frutilla del postre fue el pequeñó Gianlucca Pezzutti, de 12 años, que regaló a los presentes "Volver", "Por una cabeza" y "Estrella". El bambino de oro del tango sorprendió por su soltura y deshinibición y arrancó ovaciones del tearo todo.
El cierre fue convocado por María José invitando a todos los artistas a una interpretación conjunta de "El día que me quieras" de Le Pera y Gardel. Finalmente, antes de cerrarse el telón, José y Galo Valle hicieron entrega de una distinción al programa televisivo "Música en la Bahía" otorgado por el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina, en su sexto aniversario difundiendo a los talentos musicales de la ciudad.

JSE MARRONE IDOLO DE GRANDES Y NIÑOS

José Carlos Marrone (Pepitito) nació en Buenos Aires, Argentina, el 25 de octubre de 1915 y falleció el 27 de junio de 1990) Gran actor cómico, nació en el barrio porteño de Palermo. Tuvo una infancia pobre y violenta, debido a los castigos físicos impuestos por su padre. Fue plomero, carnicero, albañil y levantador de quiniela, antes incursionar en el mundo artístico.


Comenzó trabajando como cómico en el teatro de revistas y en la radio. Más tarde fue la figura estelar de diversos programas televisivos para chicos, como El circo de Marrone, interpretando al payaso Pepitito. Sus muletillas preferidas eran «¡Che...!», «¡Mamita querida!» y «me saco el saco y me pongo el pongo».

Con Rosa, su primera esposa, tuvo a su hija Coqui. Estando aún casado, en abril de 1950 Marrone se enamoró de la vedette Juanita Martínez (1925-2001), con quien compartió la vida durante los 22 años que vivió la esposa legal de Marrone. Ésta falleció en 1982. Marrone entonces se casó con Martínez, con quien convivió hasta su muerte, a causa de un ataque cardiaco.

Entre sus películas se encuentran:
• 1950: La barra de la esquina
• 1951: Buenos Aires, mi tierra querida
• 1955: Vida nocturna
• 1962: Cristóbal Colón en la Facultad de Medicina
• 1963: El turista
• 1963: Millonario por un día
• 1965: Alias Flequillo (una de sus películas más recordadas)
• 1966: De profesión sospechosos (con Graciela Borges y Antonio Prieto)
• 1967: La cigarra está que arde
• 1967: Patapúfete (con Pepe Biondi; Marrone hace de sí mismo)
• 1970: Pimienta y Pimentón
• 1980: Una viuda descocada

jueves, 20 de junio de 2013

El libro "Perón y Aerolíneas Argentinas"

El libro "Perón y Aerolíneas Argentinas", del periodista Diego Dominelli, plantea un abordaje distinto sobre el regreso de Perón a la Argentina -el 20 de junio de 1973- a través de la voz de la tripulación de ese histórico vuelo que fue testigo de los hechos ocurridos ese día.
El 20 de junio de 1973 "el peronismo se partió en dos sectores irreconciliables y su líder, Juan Domingo Perón, ya no pudo articular lo astillado, recomponer lo fracturado, encender lo muerto", escribe el politólogo y escritor Hernán Brienza en el prólogo del libro, recién publicado por Continente.

"La situación política de enfrentamientos internos dentro del peronismo fue el marco general de la masacre organizada por la derecha más dura del movimiento. Y los festejos comenzaron a empañarse por las balaceras y las corridas", describe Brienza lo ocurrido ese día cuando el avión tuvo que dirigirse finalmente a Morón y no bajó en Ezeiza como estaba previsto.

El politólogo rescata la originalidad del trabajo de Dominelli al hacer hablar a los laburantes, algo que no había sucedido antes: "Se trata de reconstruir el viaje en la mirada de los trabajadores, muchos de ellos militantes peronistas -pero también verdaderos militantes de Aerolíneas Argentinas, la empresa de bandera que ahora vuelve a enorgullecer a los argentinos de bien".

Estas historias personales, analiza Brienza, "están atravesadas como no podía ser de otra manera, por el pasado de empresa estatal creada en 1950 por un decreto presidencial de Perón".

En este contexto, se inscriben unas palabras iniciales escritas por el presidente de la aerolínea de bandera, Mariano Recalde, quien destaca la verdadera razón de ser de Aerolíneas y revaloriza  "el papel de los trabajadores como protagonistas y de Perón, en su última presidencia, por algunas decisiones que garantizarían el crecimiento de la empresa en los años 70".

El libro surgió de una forma inesperada, cuenta Dominelli, cuando el secretario general del gremio UPSA (Unión Personal Superior y Profesional de Empresas Aerocomerciales) le mostró un pergamino con la firma manuscrita de todos los que viajaron en el Boeing 707 desde Madrid a Buenos Aires. 

"Allí decidí averiguar qué fue lo que se vivió ese día a bordo del avión presidencial", dice el autor. El primer encuentro lo tiene con Atilio José Macchiaroli, quien estuvo a cargo de la seguridad del vuelo del General, dado que su cargo en 1973 era el de inspector de la aérea.

"La tarea de selección y elección de los tripulantes, pilotos, técnicos de vuelo, navegadores y personal de cabina -comisarios de a bordo y azafatas- requería de una atención especial y de conjugar no solamente el profesionalismo y las capacidades de cada uno de los integrantes, sino también el factor ideológico", explica el periodista.

¿Usted no escuchó nada? le pregunta Dominelli al comandante Fernando Cebral: "No, no el radio operador y Altamiranda, el técnico de vuelo, hablaban con el presidente y tenían los auriculares puestos escuchando no sé qué cosa, yo iba atento a otras cosas del vuelo sentado en la posición del copiloto, el comandante Konnan Doyle iba a mi izquierda a cargo del pilotaje".

"El puesto de copiloto me daba más movilidad, entonces giro mi cabeza y el cuerpo hacia la izquierda, miro y lo tenía ahí a Cámpora. Me mira y me dice: `Se enteró de lo que pasa´. `No, no´, le digo y continúa: `Vea lo que pasa" y me da otros auriculares para que pueda escuchar...´, relata.

A todo esto, "en la base aérea militar de Morón se encontraba un grupo reducido de trabajadores de Aerolíneas entre los cuales estaba el Tano José Pizzi, quien entonces era supervisor de cargas en la base de Ezeiza enviado a Morón como uno de los responsables del operativo para recibir el avión en caso de que se decidiera utilizar la base como alternativa", cuenta Dominelli.

"A eso de las 16 se recibe una comunicación que detalla que el avión presidencial estaba sobrevolando Ezeiza, pero que no se sabía si iba a aterrizar ahí por los grandes disturbios que había, y en Morón éramos muy pocos (...) yo en ese momento tenía 22 o 23 años", evoca Pizzi.

Mientras en Ezeiza, Elio Luciano Bottos, despachante de operaciones escucha a dos oficiales de la policía federal que estaba ahí, que dicen "vámonos de acá porque en este momento no hay mando en el país, no lo maneja nadie, que se maten solos".

Teobaldo Altamiranda recuerda que escuchó lo que hablaban el presidente en ejercicio Vicente Solano Lima y el presidente Cámpora. "Dice Solano Lima: `Pida, por favor, al comandante que se dirijan a Morón` (...) y Cámpora le dice: `¡No! Solano Lima, nosotros vamos a Ezeiza`".

"A lo que Solano Lima le responde:’ No, en Ezeiza no se puede porque es tanta, tanta la gente que hay que invadieron la pista de aterrizaje y no hay forma de sacarlos, porque está llena de gente y, si aterriza el avión ahí, va a matar a medio mundo".

Luego de reiterar su negativa Solano Lima le dice "Mire, Cámpora, en cumplimiento del mandato que tengo como presidente en ejercicio, le ordeno que le diga al comandante ¡que se dirija a Morón!`".

Y el testimonio de Altamiranda continúa: "Cámpora tiró los auriculares, no contestó; sale de la cabina y lo caga a pedos a Carlos Cámpora, su hijo, gritándole: `te pasate, vos, organizando a la juventud! Creyendo lo que le había dicho Solano Lima que la pista estaba invadida por manifestantes´, pero sin tener idea de la masacre que ocurría en Ezeiza.

Un técnico de vuelo le dice que había tres Mirages de combate volando y Cebral, encargado del aterrizaje, desgrana el nerviosismo de los últimos minutos: "Me tiro en picada sobre Vicente López a 100 metros de altura, por ahí no me podía agarrar nadie, además nadie iba a buscar a 100 metros, iban a buscar a 1000 metros o 500 metros, doy toda la vuelta y aterrizo en Morón".

Cuando se abre la puerta del avión baja el General Perón con Isabel de la escalerilla y aterrizan tres aviones de la Fuerza Aérea para escoltar, "era todo tan secreto que nadie sabía nada".

Altamiranda rememora que recién al llegar a Morón se enteran de lo que pasaba en Ezeiza: "Yo ahí tenía a mis dos hijos -mi hija y mi hijo, el que está desaparecido-, así que imaginate que toda esa alegría, toda esa ilusión, se fue al demonio".

jueves, 13 de junio de 2013

IV JORNADAS GARDELIANAS EN BAHIA BLANCA Del 19 al 24 de Junio

Se aproxima la cuarta edición de Jornadas Gardelianas en Bahía Blanca,producidas por José Valle única ciudad en el mundo que rinde homenaje al cantor, actor y compositor más grande de nuestro país durante cinco días consecutivos. Además de conferencias, milongas y espectáculos, dentro de las actividades el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina (CEDICUPO) distinguirá a importantes personalidades de la cultura local: Juan Carlos Mandará, Néstor Raúl Matoso, Hilda Vázquez, Atilio Zanotta y al programa televisivo “Música en la Bahía” que cumple seis años difundiendo los valores musicales de la ciudad.

MIÉRCOLES 19 DE JUNIO: 
10.30 HS: Café Miravalles (Av. Cerri 777, Bahía Blanca)
Apertura Oficial con inauguración de plaqueta-homenaje al histórico café visitado por Carlos Gardel en su llegada en tren a Bahía Blanca en 1933. Se trata de una obra realizada por el afamado fileteador Pedro Araya cuyo descubrimiento será acompañado por la interpretación del tango “En un feca” por Gaby “La voz sensual del tango” junto al reconocido guitarrista Jorge Vignales. Seguidamente harán uso de la palabra el Dir. del Instituto Cultural, Sergio Raimondi, y Eduardo Giorlandini que referirá a la historia del lugar.
Entrada libre y gratuita.
18.00 HS: Auditorio de la Cooperativa Obrera Ltda (Zelarrayán 560, Bahía Blanca)
Charla-debate moderada por Mariel Estrada. Expondrán Eduardo Giorlandini (nacionalidad de Gardel), Francisco Cabeza (Gardel y las comidas) y Carlos Benítez (Gardel y las mujeres). A continuación se ofrecerá un espectáculo musical a cargo de Lucio Passarelli Cuarteto y Susana Matilla.
Entrada libre y gratuita.

JUEVES 20 DE JUNIO:
21,30 HS: El Motivo Tanguería (Brandsen 550, Bahía Blanca)
Show musical con la cantante marplatense Luciana Panaino que presentará su nueva producción discográfica Sueños de Juventud, la intérprete bahiense Patricia Báez y “Bien Frappe, un Show de Tango” que presentará Demoliendo Mitos protagonizado por María González Rial, Jesús Infante, Francisco Vitali, Quique Lorenzi, Eduardo Canale, Ana Munuce y Ángel Dantagnán.

VIERNES 21 DE JUNIO:
21,30 HS: El Motivo Tanguería (Brandsen 550, Bahía Blanca)
Show musical de Cristina Marinissen y milonga bailable a cargo de Juan Carlos Polizzi Trío (Eduardo Polizzi, Osvaldo Lucero y Juan Carlos Polizzi). Invitado especial: Omar Olea.

SÁBADO 22 DE JUNIO:
21,30 HS: Café Histórico de Bahía Blanca (Av. Colón 602)
Show musical de Pablo Gibelli y Florencia Albanesi que presentará parte de su show “Canciones de Amor y Humor”.

DOMINGO 23 DE JUNIO:
20,30 HS: Teatro Municipal de Bahía Blanca.
Gala de cierre con la ex niña prodigio del tango María José, Valeria Cotado y Gaby “La Voz Sensual del Tango” junto a Susana Persia, los guitarristas Ramón Maschio y Eduardo Rotela, la pareja de baile de Natalia y Gustavo y la participación especial del bambino de oro del tango, Gianlucca Pezzutti.

LUNES 24 DE JUNIO:
11.00 hs: Intersección de las avenidas Cabanettes y Carlos Gardel, Pigué.

Descubrimiento de obra artística realizada por Pedro Araya en homenaje al zorzal criollo en el monumento que lo recuerda.

Leopoldo Lugones

Nació en 1874 en Villa de María en el departamento cordobés del Río Seco. Fue el primogénito del
matrimonio de Santiago Lugones y Custodia Argüello. En su niñez, la familia se trasladó primero a Santiago del Estero y posteriormente a Ojo de Agua, una villa con pocos habitantes, donde cursó sus estudios primarios.

A los diez años, se destacaba por su memoria, gusto por la lectura e interés por las ciencias naturales. Se cuenta que lo llamaban para amenizar las "tertulias" familiares. Sus padres decidieron enviarlo a Córdoba con su abuela materna para que siguiese los estudios superiores.

En 1892 Leopoldo volvió a vivir con su familia que se había trasladado a Córdoba después de haber perdido su estancia. La crítica situación económica lo llevó a tener que comenzar a trabajar y convertirse en un autodidacta.

En esta época dio con éxito sus primeros pasos en la vida pública. Recitó su primera composición en el Teatro Indarte, dirigió el periódico liberal y anticlerical "El Pensamiento Libre" y se alistó voluntariamente para enfrentar a las fuerzas radicales sublevadas en Rosario.

En Córdoba, Lugones se fue convirtiendo en un personaje popular capaz de ser contrapunto de los payadores del barrio, publicar versos controvertidos con el seudónimo Gil Paz, promover huelgas estudiantiles y fundar un centro socialista.

El año de 1896 fue decisivo para Lugones: se instaló en Buenos Aires y se casó con Juana González. En la gran ciudad se unió al grupo socialista de escritores integrado por José Ingenieros, Roberto Payró, Ernesto de la Cárcova, escribió en el periódico socialista "La Vanguardia" y en la "Tribuna", órgano del roquismo y se ganó al distinguido auditorio del Ateneo. A los 22 años comienza a escribir en "La Nación", promovido por su amigo Rubén Darío. Publicó su primer libro "Las montañas del oro" (1897), basado en una influencia tardía del Romanticismo Francés.

El "novecientos" fue una época de intensa producción en la que escribió muchas de sus obras más valoradas como "Crepúsculos del jardín" (1905) donde se acerca al modernismo hispanista y a las nuevas corrientes literarias francesas: simbolismo, decadentismo, parnasianismo. Esta tendencia alcanza su máxima expresión en "Lunario sentimental" (1909). En su obra "Las fuerzas extrañas" (1906). Lugones plasmará sus habilidades para escribir cuentos de misterio. Este trabajo junto con los "Cuentos fatales" (1926) renuevan el género de la forma breve e inician una fecunda tradición en el Río de la Plata, en la que se inscribirán escritores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar.

En 1901 ocupó el cargo de inspector de secundaria y normal bajo las órdenes de Pablo A. Pizzurno y Virgilio Magnasco. Posteriormente asumió la inspección general donde concretó varias de las ideas plasmadas en su estudio sobre la "Reforma educacional": cursos especiales en vacaciones, fundación del Instituto Nacional del Profesorado Secundario, creación de las cátedras de Educación Física y Dibujo, reglamentación para el ingreso de alumnos a la enseñanza secundaria. Más adelante fue comisionado en viaje a Europa para estudiar las novedades pedagógicas. En 1915 se hizo cargo de la dirección de la Biblioteca Nacional de Maestros que ejerció hasta su muerte.

En 1910, la conmemoración del Centenario de Mayo representó el cenit del movimiento de afirmación de los valores y tradiciones nacionales. Bajo ese impulso, Lugones publicó varios trabajos: "Odas seculares" (1910) y la "Historia de Sarmiento" (1911).

En "El Payador" (1916), reúne una serie de conferencias sobre "Martín Fierro" de José Hernández que rescatan la obra, calificándola de "Cuento Homérico de la Cultura Argentina"... Este particular enfoque instaló en la crítica una fructífera polémica que se prolongó por décadas y cuyo resultado fue la aceptación del Poema como la obra emblemática de la identidad literaria argentina. La lectura que Lugones hace deja entrever otro de sus principales puntos de interés intelectual; la cultura clásica. En este campo su producción incluye las obras "Didáctica" (1910); "Las limaduras de Hephaestos" (1910), "Estudios Helénicos" (1924) y "Nuevos estudios Helénicos" (1928).

En Europa se vivía un tiempo de incertidumbre instalado con la guerra mundial, la revolución de los "soviet" y el fascismo italiano, mientras en Argentina se sentía la crisis económica y la inestabilidad política. Lugones fue un observador atento de la situación internacional y un hombre de acción en su país.

Lentamente, su visión socialista fue dando paso a un pensamiento nacionalista de originales matices, crítico del liberalismo y alejado de las posiciones católicas. Este Lugones maduro fue igual de controvertido que en sus posiciones juveniles al apoyar el militarismo de la década del treinta.

Su trabajo incesante se plasmó en numerosos escritos, artículos de prensa y conferencias que le merecieron el nombramiento en la Asamblea de Cooperación Intelectual de la Liga de las Naciones (1924), el Premio Nacional de Literatura (1926) y la presidencia de la Sociedad Argentina de Escritores, fundada con su impulso (1928).

En esta etapa, aumentó con ritmo vertiginoso su ya cuantiosa producción intelectual entre la que se encuentra "Poemas solariegos" (1928) uno de sus títulos más elogiados y los ensayos "La patria fuerte" (1930) y "La grande Argentina" (1930), indispensables para comprender la época y la generación de Lugones.

Puso fin voluntariamente a su vida en una isla del Tigre. Los boletines informativos sorprendieron a la opinión pública tanto como a quienes lo trataban cotidianamente en la Biblioteca Nacional de Maestros.

Lugones aún hoy genera controversias por su cambiante temperamento político. El tiempo, sin embargo, lo ha destacado como una figura central de la cultura argentina y como uno de sus más grandes escritores.

EL AMOR ETERNO

Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.

Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yerto,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.

No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardiente rosas te echarán en su llama.

martes, 11 de junio de 2013

Los puntos fundamentales de mi vida, Leopoldo Marechal


1. Nací en la Capital Federal y en su barrio de Almagro, el 11 de junio de 1900. El hecho de que algunos me crean natural de la provincia de Buenos Aires responde a la circunstancia de que, durante mi niñez y mi adolescencia, pasé largas temporadas en la llanura de Maipú, con parientes ganaderos. Allí me inicié en el conocimiento de las ontologías del sur (hombres y cosas) que con tanta frecuencia aparecen en mi obra literaria.
2. Aprendí a leer y a escribir en un colegio francés particular. Todos mis estudios regulares los hice luego en la Escuela Normal de Profesores de la Capital, donde obtuve los títulos que me habilitaron para la docencia.
3. Mi personalidad intelectual, alentada por una vocación muy temprana, se formó en la lectura y en los ejercicios de taller literario. En tal sentido, me considero un "autodidacto", vale decir, un hombre que busca en los libros, en las cosas y en la meditación una respuesta vital a sus problemas interiores, y que además busca y perfecciona los "medios expresivos" que han de servirle para traducir "ad extra" ese trabajo interior.
4. En realidad, fui un francotirador literario de Villa Crespo, hasta que me llamaron a colaborar en la revista Proa, dirigida por Güiraldes, Borges y creo que Rojas Paz. Casi enseguida me enrolé en el grupo que decidió imprimir a la revista Martín Fierro un ritmo verdaderamente revolucionario, que no tuvo en su primera época. Cierta noche, y como por arte de magia, nos reunimos con tal objeto, en la casa de Evar Méndez, Güiraldes, Macedonio Fernández, el pintor uruguayo Pedro Figari, Girondo, Bernárdez, Borges, Xul Solar, entre muchos otros que no recuerdo ahora. De aquella velada nació Martín Fierropropiamente revolucionario, que se proponía, en general, "entrar por la ventana", en una literatura que nos cerraba la puerta, en particular, defender a Pettoruti y a Xul, que acababan de exponer sus cuadros ante la rechifla del pasatismo local.
5. Creo que un poeta lo es verdaderamente cuando se hace la "voz de su pueblo", es decir, cuando lo expresa en su esencialidad, cuando dice por los que no saben decir y canta por los que no saben cantar. Todo ello lo hace el poeta en una función "unitiva" que yo concreté así en mi "Arte Poética": "El Poeta, el Oyente y la Canción forman una unidad por el sonido".
6. Al escribir mi Adán Buenosayres no entendí salirme de la poesía. Desde muy temprano, y basándome en la Poética de Aristóteles, me pareció que todos los géneros literarios eran y deben ser géneros de la poesía, tanto en lo épico, lo dramático y lo lírico. Para mí, la clasificación aristotélica seguía vigente, y si el curso de los siglos había dado fin a ciertas especies literarias, no lo había hecho sin crear 'sucedáneos' de las mismas. Entonces fue cuando me pareció que la novela, género relativamente moderno, no podía ser otra cosa que el 'sucedáneo legítimo' de la antigua epopeya. Con tal intención escribíAdán Buenosayres y lo ajusté a las normas que Aristóteles ha dado al género épico.
7. Adán Buenosayres quiere ser una epopeya de la vida contemporánea, que ya no se puede escribir en hexámetros griegos.
8. Suele llamarse "novela clave" a la que pinta en sus héroes a ciertos personajes de la vida real cuya identificación sería la clave buscada. Me parece un concepto pueril. Las verdaderas claves de una obra son las que arrojan luz sobre su estructura física y metafísica. En tal sentido, y siempre fiel a la epopeya clásica, mi novela es la expresión figurada o simbólica de una "realización espiritual", efectuada por su protagonista según el "simbolismo del viaje" como sucede en la Odisea y en laEneida. Lo que Adán Buenosayres efectúa es una "realización crística" en dos movimientos: uno de expansión o centrífugo, y otro de concentración o centrípeto. La Itaca material del Héroe no es otra que su cuarto de la calle Monte Egmont; su Itaca espiritual es el Cristo de la Mano Rota que lo pescó y lo retiene desde el pórtico de San Bernardo, en Villa Crespo. Además, la novela desarrolla un Arte Poética (en el banquete de la glorieta Ciro), una Filosofía de Amor (en el Cuaderno de Tapas Azules) y una Política (en la subversión en cadena de las cuatro clases sociales que describo al finalizar el Infierno de la Violencia). Todo esto es más importante que decir si tal personajes es Fulano y tal otro Mengano.
9. Desde hace años, me dedico, más que a leer, a releer, sobre todo las Sagradas Escrituras y los clásicos. Por eso, mi información acerca de la literatura europea "se plantó" en los existencialistas franceses e italianos. Lo mismo digo en lo que atañe a la literatura nacional.
10. El hombre de letras es un manifestador de su pueblo y de las virtualidades de su raza.
11. Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy particularmente de las nuevas generaciones.
12. Desde hace algunos años oigo hablar de los escritores "comprometidos" y "no comprometidos". A mi entender, es una clasificación falsa. Todo escritor, por el hecho de serlo, ya está comprometido: o comprometido en una religión, o comprometido en una ideología político-social, o comprometido en una traición a su pueblo, o comprometido en una indiferencia o sonambulismo individual, culpable o no culpable. Yo confieso que sólo estoy comprometido en el Evangelio de Jesucristo, cuya aplicación resolvería por otra parte, todos los problemas económicos y sociales, físicos y metafísicos que hoy padecen los hombres.

domingo, 9 de junio de 2013

Domingo F. Sarmiento y Aurelia Vélez Sarsfield

Una mañana del verano de 1865, mientras descifraba laboriosamente la desastrosa letra de supadre, Aurelia Vélez, La Petisa, se sacó con gesto rápido los bucles oscuros de la cara, mojó otra vez la pluma en el tintero, y suspiró con leve sonrisa. A los 28 años, Aurelia no sólo era la hija menor y preferida de Dalmacio Vélez Sarsfield, sino su secretaria, su mano derecha. Aunque no era jurista, como el hombre que en la habitación contigua escribía los principios que regirían las relaciones entre los argentinos de los próximos siglos, la interesada copista comprendió que el artículo del Código Civil que reescribía de algún modo la implicaba. Así, La Petisa fue hasta el atestado escritorio paterno para confirmar lo que entendía. Y había entendido bien: "Pérdida de la vocación hereditaria por separación de hecho sin vocación de unirse", el inciso agregado por Tatita a los artículos referidos al matrimonio civil liberaba a Aurelia de la tutela de su fugaz marido de una década atrás e inhibía al desgraciado médico Pedro Ortiz de heredar algo de la hija de aquél. Una vez más, su padre no la había abandonado. Antes de volver a su trabajo salió a la galería de la quinta de Almagro donde estaban recluidos desde hacía meses –trabajando en ese texto él, lidiando con su letra ella– y repasó una vez más la nueva carta de Nueva York que conservaba en el bolsillo, perturbadora, pero mucho más fácil de leer. La letra de Sarmiento era decidida como sus ideas, clara como sus deseos. Le hablaba de Brooklyn, de Broadway, del juicio a los asesinos de Lin­coln, de las mujeres yanquis que viajaban solas; jugaba con sus celos, la invitaba a embarcarse, a convencer al "doctor cordobés a darse un paseo de cuatro meses por este país encantado". Esa misma tarde le contestaría: le haría saber que no deseaba otra cosa que estar con él, claro que sí, pero que el Código la retenía en Buenos Aires.

DE LA CONFLUENCIA

Venían de tiempos, lugares y mundos diferentes. Domingo Faustino Sarmiento había nacido en San Juan en 1811, apenas un año después de la Revolución. Aurelia Vélez, en el corazón de Buenos Aires, en 1836. En ese cuarto de siglo habían pasado muchas cosas –las guerras de la independencia, las luchas entre unitarios y federales–, pero al final había quedado uno solo, alguien alrededor de quien giraba todo: Rosas.

Sarmiento, desde su juventud, iba y venía de Chile empujado por la política. El doctor Vélez Sarsfield, un cordobés ya famoso, unitario de corazón y sin embargo abogado de la familia del muerto de Barranca Yaco, había quedado demasiado cerca del poder para estar cómodo. Cuando Lavalle se levantó en el cuarenta, todos pensaron que ganaba. La derrota los uniformó en las rutinas del exilio mientras Rosas seguía ahí, imperturbable. En 1845, Sarmiento venía de Chile y, camino de Europa, quiso juntarse con los que se iban amontonando en la cercada Montevideo: Echeverría, Mitre, también Vélez Sarsfield. Y fue entonces cuando se cruzaron por primera vez: él tenía 34 años, pelo, barba y un libro reciente que lo haría famoso, aunque aún no lo era: el Facundo. Aurelia tenía nueve y asistía a las reuniones de su padre con otros señores, sin soltarle la mano y con los ojos así. Siempre recordaría a ese hombre algo tosco y menos elegante que los otros, pero enfático y persuasivo: el ruido y la furia. El 3 de febrero de 1852, la batalla de Caseros partió el siglo. Todo sería antes y después de Rosas. Los perseguidos y postergados de antes eran los protagonistas de lo que se venía. Pero tras la euforia, las diferencias volvieron, y llegó la ruptura: Buenos Aires y la Confederación, Urquiza y Mitre.

En ese clima, en el invierno de 1855, Domingo Faustino Sarmiento arribó a la ciudad de los sueños y las pesadillas. Esta vez venía a quedarse y a trabajar, a hacer política en El Nacional, el diario de Vélez Sarsfield.

Una fría tarde de julio llegó a la casa del director del periódico, y al entrar en el escritorio de su viejo amigo la vio. Tardó un instante en darse cuenta. Habían pasado diez años y la pequeña Aurelia que lo saludaba con leve sonrisa ya era una mujer. Y le gustó esa mujer como le gustaban en general las mujeres. El tenía cuarenta y cuatro años; ella, diecinueve. Y todo empieza ahí.

DE LOS CONTRATIEMPOS

Cuando se conocieron y convirtieron en amantes –tal vez ese mismo invierno del 55– ninguno de los dos era libre.

El ya era el Sarmiento escritor y periodista acabado, pero no aún el político que sería. Estaba casado, y a disgusto con la amenazante Benita Martínez Pastoriza, pero había un hijo de diez años entre ambos, aquel famoso Dominguito, adoptado y propio a la vez. A la joven Aurelia Vélez le faltaba casi todo. Apenas salida de la adolescencia y ya (mal) casada, era la hija mayor y secretaria del doctor Vélez Sarsfield, político de primera plana, funcionario habitual de gobierno, autoridad jurídica y moral. Aurelia vivía y trabajaba con su padre de regreso de una historia reciente, escandalosa y sórdida, que incluía casamiento fugaz con desenlace trágico y vuelta de ella a casa, sola. Demasiado para la hija mimada de un hombre público.

En esas circunstancias personales se encontraron: los dos se sentían observados y en los límites de la baja tolerancia de la sociedad porteña.

Aurelia Vélez era la hija mayor de la segunda mujer de un hombre grande y luchó desde la adolescencia para no quedar atrapada en esa sombra o para hacerse un lugar reconocible allí. Que la jovencita se enamorara o le apuntara a los amigos, a los preferidos de su padre, no parece raro. Pero sí de qué manera lo hizo. Lo desafió a los límites de lo socialmente aceptable y hasta los traspasó para conseguir su atención, su cuidado, su dedicación absoluta.

No de otra manera se puede leer el episodio de su fugaz matrimonio con el primo Pedro Ortiz Vélez, médico brillante, sobrino predilecto de Vélez Sarsfield, diputado como él y compañero en la Legislatura. ¿Fue Aurelia una víctima de la intolerancia de su tiempo? No lo parece. A los diecisiete –con permiso o sin él– se había casado, acaso enamorada y sin duda embarazada; pero abortó, no se sabe si espontáneamente. Poco después, el atribulado Pedro Ortiz la sorprendió con su secretario, Cayetano Echenique, y pese a que el joven se escondió dentro de un ropero, lo mató de un pistoletazo. A continuación, el marido tomó a su mujer del brazo y la llevó de vuelta a casa de su padre. Se arguyó estado de demencia del asesino –que salvó la vida, pero perdió su cargo, su reputación–, pero se confinaron los sucesos a una tradición maledicente. Aurelia convivió desde entonces con ese estigma; su relación con Sarmiento –ese mujeriego, ese otro amigo cercano de su padre– no haría sino confirmar las certezas del escarnio público.

DE LAS EVIDENCIAS

Cuando Sarmiento llegó a Buenos Aires, en principio solo, la relación con Benita Martínez Pastoriza tras siete años de matrimonio no daba para más.

La apasionada y vehemente Benita era una celosa feroz, y muchas veces con motivo. Diez años menor, siempre peleó por él: por retenerlo primero; para destruirlo después. Los acontecimientos se precipitaron cuando, a principios de 1857, Benita también desembarcó en Buenos Aires, con su hijo. No es raro que, tras poner casa y familia ­reunida en la misma cuadra y vereda que los Vélez Sarsfield, en seguida descubriera las complicidades, los pretextos, las argucias de los amantes para estar juntos con cualquier motivo. Y no se calló: "¿Recuerda usted haber oído un suceso muy sonado que ocurrió aquí (de la hija de uno de los hombres que figuran en este momento) que se casó embarazada de cuatro o cinco meses con un médico y que éste mató a los dos meses de casada al que creyó autor de semejante infamia? –le cuenta en una carta a un amigo santiaguino, Hilarión Moreno–. Pues bien, mi amigo, ésta es la escoria que ocasiona mi desgracia. No puedo contar a usted detalles, pero bástele decir que empecé por sospechar y concluí con las pruebas. ¿A qué tiempo cree usted que las obtuve? A los tres meses dos días de llegada". Y agrega pormenores: "Para que se forme idea de lo exquisito de mi vida. Vivo una casa de por medio de la de mi rival y viendo las señas que esa infame hace a mi marido y viéndolo a él entrar a la casa de ella; sólo viene a mi casa en el momento de comer".

Con semejantes evidencias, no vaciló en enfrentar la situación: apartar a su marido de la escoria. Acosado, Sarmiento en principio negó todo, luego admitió a medias y pidió evitar el escándalo. Finalmente, terminó también él fuera de sí: "Primero quiso persuadirme de que todo se había concluido, pero que era preciso guardar ciertas apariencias por la amistad del Papá (se refiere a Dalmacio) –cuenta Benita en la misma carta a Hilarión Moreno– pero como se pasa de amistad porque más interés tiene en esa casa que por la suya propia, ha concluido por hacerse el guapo y decirme que irá aunque me muera, aunque nuestro matrimonio se rompa, después que se ha cansado de intentar que me vuelva a Chile". Ella está a punto entonces de desatar el escándalo público, pero las razones de interés público –y personal, claro– hacen que en principio los hechos queden en el ámbito privado, espacio de la extorsión. Así, Benita no denuncia a su marido, pero sí presiona a Aurelia, el eslabón más débil y expuesto al escándalo. Se teje entonces toda una sorda historia de amenazas que obliga a los amantes a optar, en principio, por el renunciamiento:

"He debido meditar mucho antes de responder a su sentida carta de usted, como he necesitado tenerme el corazón a dos manos para no ceder a sus impulsos –dice un Sarmiento retórico pero elocuente en respuesta a una carta de Aurelia que no se ha conservado–. No obedecerlo era decir adiós para siempre a los afectos tiernos y cerrar la última página de un libro que sólo contiene dos historias interesantes. La que a usted se liga era la más fresca y es la última de mi vida. Desde hoy soy viejo (…) Acepto de todo corazón su amistad que será más feliz que no pudo serlo nunca un amor contra el cual han pugnado la más inexplicables contrariedades –continúa, con evidente alivio– (...) Los que tanto la aman no me perdonarían haberla expuesto a males que no me es dado reparar. Ante esta responsabilidad, todo sentimiento egoísta debe enmudecer de mi parte, y con orgullo puedo decírselo, han enmudecido."

Parecía un asunto concluido. Pero no lo estaba.

En la relación de Aurelia y Sarmiento se alternan períodos de cercanía e intimidad con largos lapsos de separación. Así, vivieron los múltiples sobresaltos de la pasión en esos primeros y accidentados seis años de Sarmiento en Buenos Aires. Cuando se separaron por primera vez, él ya tenía cincuenta y ella, veinticinco; y con ese primer desgarrón saltó el escándalo.

En 1861, Sarmiento fue designado por Mitre interventor en San Juan y partió solo. Para alivio paradójico de Benita, para angustia de Aurelia. Las cartas que se conservan de ese momento son las más reveladoras de hasta dónde había llegado esa relación honda y contrariada a la vez: "Estoy pasando días horribles con tu retiro, es preciso que esto acabe –dice Aurelia en una carta de fines de ese año, y tras otras consideraciones sigue la declaración de amor más explícita y hermosa que se ha conservado–. Te amo con todas las timideces de una niña, y con toda la pasión de que es capaz una mujer. Te amo como no he amado nunca, como no creí que era posible amar. He aceptado tu amor porque estoy segura de merecerlo. Sólo tengo en mi vista una falta, y es mi amor por ti. ¿Serás tú el encargado de cas- tigarla? Te he dicho la verdadÛ en todo. ¿Me perdonarás mi tonta timidez? Perdóname, encanto mío, pero no puedo vivir sin tu amor. Escríbeme, dime que me amas, que no estás enojado con tu amiga que tanto te quiere. ¿Me escribirás, no es cierto?". Y él le escribió, claro. Y muchas cartas fueron y vinieron por canales cada vez más oblicuos y menos confiables, usando a terceros como destinatarios: "He recibido tu recelosa carta extrañando mi silencio y recordándome posición y deberes que no he olvidado –le dice él desde Mendoza, en el verano del 62–. Tus reproches inmotivados me han consolado, sin embargo; como tú, padezco por la ausencia y el olvido posible, la tibieza de las afecciones me alarman. Tanto, tanto hemos comprometido que temo que una nube, una preocupación, un error momentáneo haga inútiles tantos sacrificios (...) La verdad es que tu amiga me alarmó con las prevenciones que me hicieron temer un accidente, pues ella anda muy cerca de las personas en cuyas manos una carta a ti, o tuya, sería una prenda tomada". Y luego, como en ningún otro testimonio que se conserve, Sarmiento le abre su orgulloso corazón y le muestra el lugar que ocupa en él: "No te olvidaré porque eres parte de mi existencia; porque cuento contigo ahora y siempre. Mi vida futura está basada exclusivamente sobre tu solemne promesa de amarme y pertenecerme a despecho de todo; y yo te agrego, a pesar de mi ausencia, aunque se prolongue, a pesar de la falta de cartas cuando no las reciba (...) Necesito tus cariños, tus ideas, tus sentimientos blandos para vivir... Atravieso una gran crisis en mi vida. Créemelo. Padezco horriblemente y tú envenenas heridas que debieras curar. Al partir para San Juan, te envío mil besos y te prometo eterna constancia. Tuyo."

En mayo de ese mismo año, una de esas cartas de amor cayó en las manos no debidas, y de la peor manera. Dominguito fue a buscar correspondencia de su padre y encontró una carta dirigida a una de ésas destinatarias falsas, una vieja –dicen– que apenas si sabía leer: es que era para Aurelia, claro.

Benita, que era amiga personal y confidente de las mujeres de Mitre, de Avellaneda, desató una tormenta que, aunque no llegó a la prensa, sí alcanzó a San Juan. Sarmiento se sintió traicionado, definitivamente herido, y el escándalo acabó con un matrimonio muerto hacía rato.

Lo que siguió fue un largo período de más de una década en que el vínculo se afirmó sobre otras bases. Primero fueron seis largos años de separación, pero denso contacto epistolar. Sarmiento, concluido su gobierno en San Juan, partía de embajador a Estados Unidos, país del que sólo regresaría en 1868 para asumir la presidencia.

A partir de ese momento –él tiene 57 años y Aurelia treinta y dos–, Sarmiento podrá vivir y compartir a pleno con ella la tan demorada apoteosis del poder. Aurelia estará en todo junto a él y a su padre –será el primer ministro del Interior de Sarmiento– como ayudante, consejera, y como posibilidad de reposo para el hombre que, de regreso a su hogar, pasa cada noche por su casa tras la jornada de gobierno.

Cuando termina su mandato Sarmiento tiene sesenta y tres años y su carrera política está de algún modo acabada.

En los años siguientes fue Aurelia la que, por primera vez, necesitó que él la acompañara. En 1875 murió el viejo Vélez, y en pocos meses de 1880, en Córdoba y mientras las cuidaba, su hermana y su madre. Siempre estuvo Sarmiento con ella. Hay en esos últimos años compartidos gestos conmovedores, como cuando él, ya al borde del retiro, la incita a escribir y le publica sus excelentes notas de viaje desde Europa, primero en El Nacional y después en El Censor, su propio diario.

Por eso, cuando Sarmiento muere, familiero, entre nietos, discutido, y prócer en Paraguay, a los 77 años, Aurelia, la compañera de siempre que había llegado a visitarlo una semana antes –y que no lo vio morir acaso porque ya había enterrado a toda su familia– se quedó definitivamente sola. Asistió, oscura y lateral, a las consabidas, populosas, reparadoras exequias, y comprendió que ya nada tenía que hacer allí.

DE UNA VIEJA DAMA INDIGNA

Aurelia Vélez quedó sola y rica. Entonces se fue a Europa, y no volvió definitivamente hasta veinte años después. Es probable que, de regreso, haya visitado y mirado de soslayo, no sin ironía, la estatua de Sarmiento en Palermo, y es seguro que habrá hojeado la biografía de Lugones, en la que brilla por su ausencia. No le habrá importado demasiado. Había vivido mucho, y acaso apostara más al olvido que a una memoria torpe o malintencionada. Murió a los 88 años, en 1924. Como hubiera especulado Borges, con esa vieja dama indigna que pese a todo recibió la típica, adocenada necrológica de la dama patricia, morían muchas cosas más. Esa mujer había nacido y crecido en una aldea con calles de barro y moría en otra ciudad, en otro mundo: la Buenos Aires de Marcelo T. de Alvear, ya con subte, cines y fútbol para "los últimos porteños felices". Llegó demasiado temprano para los duros códigos de la primera; demasiado tarde para aprovechar la segunda.

Como el del hombre del que se llevaba las últimas imágenes íntimas, el suyo había sido también, a su manera, un raro destino sudamericano.

martes, 4 de junio de 2013

Carlos Gardel y Alfredo Le Pera

El trágico accidente aéreo en Medellín apagó la vida de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, una dupla que
cambió la historia del tango canción para siempre. Para Gardel, esa fatídica muerte, en el punto más alto de su carrera como estrella de cine y cantor popular, fue el salto a la inmortalidad como ícono porteño alrededor del mundo. Para Le Pera, su colaborador más estrecho a partir de la década del treinta, como guionista y letrista de las canciones en los films Cuesta abajo, El tango en Broadway, El día que me quieras y Tango Bar fue la conclusión de un papel secundario tan glorioso como en las sombras.

El origen de estos dos artistas parece formar parte de una extraña paradoja en la formación de un adn tanguero universal, que logró su consagración a partir de las particularidades que imprimieron dos creadores nacidos en el extranjero. De la identidad errática de Gardel -entre Toulouse y Tacuarembó- se habló muchas veces, pero poco se conoce del gran hombre detrás de la leyenda.

Los aficionados deben saber que Le Pera, el creador de letras inolvidables y emblemáticas del tango canción como "Volver", "Melodía de arrabal", "Sus ojos se cerraron", "El día que me quieras", "Cuesta abajo", "Soledad" y "Volvió una noche", fueron pergeñadas por un poeta concebido en la ciudad de San Pablo (Brasil), el 6 de junio de 1900.

Un dato más dentro de una anecdótica y jugosa vida privada -amores de juventud, pasiones entre bambalinas, vida bohemia y la trágica muerte del amor de su vida, la vedette Aída Martínez- que nutrió de leit motiv sus letras y contrasta con el recuerdo de un hombre hosco de carácter taciturno y opaco. "Para el argumento de El día que me quieras , comenzamos a hurgar en la vida de Gardel y la encontramos exenta de romántico interés. La de Le Pera, en cambio, tenía episodios románticos en abundancia", cuenta Terig Tucci en su libro Gardel en Nueva York .

El rol de partenaire poético e inspirador de historias universales con color local que jugó Le Pera fue trascendental para montar la estatura de Gardel como transmisor de una identidad porteña y una lírica que perduraría y se agrandaría incluso con el paso del tiempo. Con ocho películas en un corto lapso de tres años, a partir de Espérame, filmada en 1932, la dupla fundó un repertorio poético musical, escrito entre el apuro de los sets de filmación, que alcanzaría el bronce.

UNA DUPLA FABULOSA

El encuentro entre Gardel y Le Pera coincidió con un momento justo para el cantante, que había avizorado en el cine la posibilidad de proyectar su imagen y la del tango al mundo y estaba buscando un compañero ideal para que lo acompañara en esa travesía. Le Pera, por su parte, se encontraba en un momento de madurez personal, necesitado de nuevos desafíos, tras encontrar una vida sin apuros económicos, una estabilidad dentro del ambiente teatral como escritor de obras y sainetes, partícipe de una bohemia que lo mantenía entretenido y en busca de negocios excéntricos, como la importación de perros galgos rusos para vender entre las familias acomodadas de la sociedad porteña.

El encuentro tiene varias historias paralelas. La primera hipótesis cita el primer encuentro entre los dos protagonistas a mediados de la década del veinte cuando un enfurecido Carlos Gardel fue a recriminarle a Le Pera, por ese entonces periodista dedicado a la actividad teatral, una crítica desfavorable. La otra hipótesis del encuentro tiene más cercanía con el periplo de Gardel por Europa a inicios de la década del treinta. En ese momento, Le Pera trabajaba, entre tantas otras cosas, como subtitulador de una empresa de cine subsidiaria de la Paramount. "El Zorzal criollo" andaba en busca de un socio creativo para dar forma a sus nuevos proyectos musicales y cinematográficos tras el éxito que había alcanzado la película Luces de Buenos Aires (1931).

Edmundo Gibourg, un amigo en común, los reunió en un restaurante de la calle Pigall en París, frecuentado por artistas argentinos en el exilio. La historia es citada por el escritor Rubén Pesce en el libro Los p oetas, de Corregidor. "Gardel me pidió que colaborase en su próxima película. Yo le respondí que no era mi oficio -cuenta Guibourg-. Pero en cambio le dije: «Te voy a presentar a un muchacho que podrá servirte de mucho. Algo ha hecho». Cuando le nombre a Le Pera, me dijo: «¡Yo lo conozco de los cafés de Buenos Aires!». Nos reunimos en la esquina del restaurante Rochefoulcauld. Allí se arregló Gardel con Le Pera, a quien llevó luego a los estudios Joinville. En adelante, como se sabe, Le Pera le sirvió de mucho a Carlos porque era muy capaz y, a la vez, un trabajador infatigable. Si algún arrepentimiento tengo de haberlos presentado es porque Le Pera le sacó a Gardel la superstición de viajar en avión." Guibourg tenía razón. La sociedad creativa sólo daría buenos resultados. Le Pera desarrollaría una intuición, un lirismo y un oficio para el que se había entrenado toda su vida y volcaría en letras a personajes hechos a medida de Gardel, lo que lo transformaría en una estrella de Hoollywood poco antes de su muerte. Y, lo más importante, decodificaría como nadie la atemporalidad de ese imaginario gardeliano destinado al mito en himnos como "Volver": "Yo adivino el parpadeo/de las luces que a lo lejos van/marcando mi retorno". .

JOSE VALLE"El tango y el folklore son expresión genuina de la tradición argentina"

José Valle, ideólogo de la cruzada por incrementar la difusión del tango y el folklore en los medios masivos de comunicación e impulsor de la idea de que en el torneo de primera división de Futbol 2014 la copa se denomine “ANIBAL TROILO” como homenaje al bandoneonista y compositor en el año del centenario de su nacimiento, manifestó: “Todos los que formamos parte, de una u otra forma, del mundo cultural debemos luchar para que se difunda más tango y folklore en los medios. Juntos podemos lograrlo ya que desde que comenzamos a promocionar esta campaña muchísima gente y hasta algunos medios de comunicación se han hecho eco.
El tango y el folklore son expresión genuina de la tradición argentina que atravesó los últimos 150 años historia, y de todas aquellas costumbres y valores  culturales que los definen, integrando un universo más que musical y que hace y contribuye a la exaltación de nuestro acervo histórico en lo artístico como un verdadero eje constitutivo de nuestra identidad Nacional.
Tenemos en nuestro país relevantes y trascendentes hechos vinculados al tango y el folklore, cimiento cultural de nuestro pueblo e integrante de nuestro universo musical, la música de todos, que no sólo nos permiten identificarnos como miembros de una misma nación sino que nos representan también en el mundo entero.
En síntesis, la riqueza musical del Folklore  y del Tango y todo lo que ha significado históricamente para los argentinos (incluyendo sus repertorios, evoluciones socio-históricas, creadores, intérpretes y el alto nivel poético-musical de ambos lenguajes) justifica su difusión en los medios masivos de comunicación.
Así como un infante tatarea o intenta cantar música extranjera que escucha continuamente en radio, tv u otro medio, es esperable que haga lo mismo con nuestra música regional si la selección musical desde los mismos defiende un poco más los intereses y la identidad nacional, incluyendo dentro de su programación -compartiendo con sones de otras latitudes- nuestra música.
Es importante que desde la primera infancia los niños se familiaricen con la música de su país porque sus letras y sonidos esconden el espíritu, historia y sentimientos del mismo; transmiten, de forma divertida e inconsciente,  conocimientos que hacen al ciudadano de una nación.
Además, el conocimiento de las músicas de cada rincón del país hace a la integración de las mismas y al intercambio de vivencias que desde la historia, costumbres, clima y geografía diferencian a este extenso y hermoso territorio argentino.

Difundir el arte argentino, en cualquiera de sus disciplinas, debe ser preocupación de toda la sociedad y acción indelegable del Estado en su afán por fortalecer los lazos con la propia cultura y reconstituir un tejido social que permita a nuestros jóvenes simbolizar el presente desde la perspectiva de la historia vivida”.

lunes, 3 de junio de 2013

"Yira… yira…, el más mío de los tangos", por Enrique Santos Discépolo

Siempre se ha dicho que la vida de Enrique Santos Discépolo fue un ir y venir. “Soy búmeran por
temperamento”, solía bromear, mientras se comparaba con los criminales, los novios o los cobradores, para sentenciar: “Yo regreso siempre”. Y esta misma vida lo llevaba a conocer la soledad absoluta, por momentos, pero también, en otros, sentirse miembro de la más extensa familia: el pueblo argentino.

Nacido en el barrio porteño de Balvanera, el 27 de marzo de 1901, hijo de un músico de orquesta, quedó pronto huérfano y a cargo del mayor de sus cuatro hermanos, Armando, que fue quien lo encaminó por el mundo de la cultura popular: la música, el teatro, la literatura.

Con apenas 16 años debutó como actor y poco tiempo después se animó a escribir sus primeras obras de teatro y letras de tango: “El bizcochito” y la más conocida “Qué Vachaché” son letras de los años 20, en su más temprana juventud. En muy poco tiempo, sus letras serían interpretadas por grandes cantantes como Azucena Maizani, Tita Merello y el mismísimo Carlos Gardel, mientras continuaba su labor actoral, y en la década siguiente podría conocer el mundo artístico de Europa.

Cuando ya en su repertorio contaba con letras como “Yira y yira”, “Qué sapa señor”, “Malevaje” y “Soy un arlequín” y la más cruda descripción de la “Década Infame” con “Cambalache”, apareció el peronismo, con el que simpatizó fervorosamente y defendió desde las trincheras radiales, con su programa “Mordisquito”. En 1951, protagonizaría el recordado film “El hincha”, pero hacia fines de aquel año, el 23 de diciembre, un síncope al corazón terminaría con su vida.

Para recordarlo, transcribimos a continuación sus recuerdos sobre cómo escribió “Yira… yira…”, uno de sus tangos más emblemáticos, inspirado en un momento de su vida de “de trabajos, fatigas, luchas y contratiempos”, “de dificultades diarias, de la injusticia, del esfuerzo que no rinde, de la sensación de que se nublan todos los horizontes, de que están cerrados todos los caminos”.

Fuente: Escritos inéditos de Enrique Santos Discépolo. Introducción y comentarios: Norberto Galasso, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional, 1986, págs. 28-30.
Cómo escribí “Yira... yira...”

“Yira... yira...” surgió, tal vez, como el más espontáneo, como el más mío de los tangos, aunque durante tres años me estuvo “dando vueltas”. Porque sí está inspirado en un momento de mi vida. Venía yo, en 1927, de una gira en la que nos había ido muy mal. Y después de trabajos, fatigas, luchas y contratiempos regresaba a Buenos Aires sin un centavo. Me fui a vivir con mi hermano Armando a una casita de la calle Laguna. Allí surgió “Yira... yira...”, en medio de las dificultades diarias, del trabajo amargo, de la injusticia, del esfuerzo que no rinde, de la sensación de que se nublan todos los horizontes, de que están cerrados todos los caminos. Pero en aquel momento, el tango no salió. No se produce en medio de un gran dolor, sino con el recuerdo de ese dolor.

“Yira... yira...” nació en la calle. Me la inspiraron las calles de Buenos Aires, el hombre de Buenos Aires, la rabia de Buenos Aires... La soledad internacional del hombre frente a sus problemas...

Yo viví la letra de esa canción. Más de una vez. La padecí, mejor dicho, más de una vez. Pero nunca tanto como en la época en que la escribí. Hay un hambre que es tan grande como el hambre del pan. Y es el hambre de la injusticia, de la incomprensión. Y la producen siempre las grandes ciudades donde uno lucha, solo, entre millones de hombres indiferentes al dolor que uno grita  y ellos no oyen. Londres gris, Nueva York gris, Buenos Aires..., todas deben ser iguales... Y no por crueldad preconcebida sino porque en el fárrago ruidoso de su destino gigante, los hombres de las grandes ciudades no pueden detenerse para atender las lágrimas de un desengaño. Las ciudades grandes no tienen tiempo para mirar el cielo... El hombre de las ciudades se hace cruel. Caza mariposas de chico. De grande, no. Las pisa... No las ve... No lo conmueven...

Yo no escribí “Yira... yira...” con la mano. La padecí con el cuerpo. Quizás hoy no la hubiera escrito porque los golpes y los años serenan. Pero entonces tenía veinte años menos y mil esperanzas más. Tenía un contrato importante con una casa filmadora que equivocadamente se empeñaba en hacerme hacer cosas que me desagradaban como artista... Como hombre digno. Y me jugué. Rompí el contrato y me quedé en la calle. En la más honda de las pobrezas y en la más honrada soledad...

“Yira... yira...” fue una canción de la calle, nacida en la calle cuando le mordía el talón a los pasos de los hombres.

Grité el dolor de muchos, no porque el dolor de los demás me haga feliz, sino porque de esa manera estoy más cerca de ellos. Y traduzco ese silencio de angustia que adivino. Usé un lenguaje poco académico porque los pueblos son siempre anteriores a las  academias. Los pueblos claman, gritan, ríen y lloran sin moldes. Y una canción popular debe ser siempre el problema de uno padecido por muchos...

Yira… yira…
Cuando la suerte, que es grela,
fayando y fayando te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar,
la indiferencia del mundo,
que es sordo y es mudo,
recién sentirás.
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa,
yira... yira...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres que vos apretás
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao;
cuando te dejen tirao,
después de cinchar,
lo mismo que a mí;
cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa que vas a dejar
te acordarás de este otario
que un día, cansado,
se puso a ladrar.

Manuel Belgrano: Reflexiones a partir de la vida y obra del prócer

  En este mes de junio, Manuel Belgrano es la figura sobresaliente. Hemos visto escrito en grandes carteles, que los héroes son personas comunes haciendo cosas extraordinarias. Permítasenos discrepar con esta afirmación. Hay un principio en este mundo que se cumple siempre, aunque no nos demos cuenta: el de la causa y la consecuencia. Y esto es, si alguien estudia, aprueba; si trabaja, gana; etcétera. Siguiendo este principio, se puede decir que los verdaderos héroes no son personas comunes, sino personas superiores. ¿Superiores en qué? Son capaces de soportar más que los demás, sus pensamientos son amplios y generosos, son humildes; cuando creen en algo, son capaces de entregar no sólo su fortuna, también su vida. Sólo esto los puede hacer merecedores del homenaje de las generaciones posteriores.
Veamos, pues, desplegada la vida de Belgrano a grandes rasgos. Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Fue abogado, periodista, economista, intelectual, devenido militar por circunstancias políticas. Fue integrante de la Primera Junta y participó en la guerra de la independencia. Creador de la bandera.
Belgrano fue un destacado representante de la población criolla, uno de los impulsores de la emancipación de España. Se le encargó la dirección del Ejército del Norte y a pesar de no tener formación militar, aceptó. Desde sus soldados hasta San Martín elogiaron su desempeño y humildad.
Aquí un ejemplo de su compasión: después del triunfo de Salta, firmó un armisticio con Pío Tristán por el cual perdonó la vida a varios oficiales –sin temer la crítica de la opinión pública–, bajo el juramento de que no volverían a tomar las armas contra los patriotas. Pero también supo ser duro: en 1813, los juramentados volvieron a tomar las armas. Los hizo ejecutar y colocar sus cabezas en picas con el cartel: “Por ingratos y perjuros”.
El hombre común normalmente piensa en sí mismo y en sus beneficios. Belgrano fue todo lo contrario. Todas sus aspiraciones y deseos estaban en el bienestar del pueblo (“el bien público está en todos los instantes ante mi vida”). Por lo tanto, la educación fue una de sus preocupaciones principales; por eso donó el premio de 40.000 pesos fuertes con que el gobierno lo premió por su desempeño en Salta y Tucumán, cuando podría haber disfrutado de ellos. Nos dejó aquí un ejemplo de bondad y desinterés por lo material.
Vale desenterrar las virtudes que encarnó este personaje histórico en sus ideas y sus actos para hallar en él un ejemplo a seguir para la posteridad: su generosidad, su compasión, su humildad. ¿Cuántos ‘Belgranos’ harían falta otra vez en nuestra patria para enderezar tantas cosas torcidas?
Leamos algunos de sus pensamientos acerca de los temas que para él eran básicos para el engrandecimiento  de la sociedad. Esas ideas se podrían poner hoy mismo en práctica. Por ejemplo, cuál debería ser el modelo de maestro y la importancia que habría de caberle en la sociedad.
Decía: “Debía confiarse el cuidado de las escuelas gratuitas a aquellos hombres y mujeres que, por oposición, hubiesen mostrado su habilidad y cuya conducta fuese de público y notorio irreprensible”
Hay que sea de malas costumbres, ¿es dable hacer el cálculo de los males que pueden resultar a la sociedad? Porque el ejemplo es el maestro más sabio para la formación de las buenas costumbres”. Su elección debía basarse en el mérito. mandar a sus hijos sin tener que pagar por su instrucción: allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde no reine éste, decae el comercio y toma lugar la miseria.”
Llegaba a ligar el amor al trabajo y las virtudes básicas de todo ciudadano con la educación primaria. Según su pensamiento, ninguna sociedad podía progresar si sus habitantes no tenían aprecio por el trabajo y esfuerzo, y eran virtuosos. Otorgaba a la educación primaria la mayor importancia.
Limitaba los castigos corporales, que representaban un hábito muy arraigado en la sociedad. Eliminaba la humillación pública del alumno incorregible, por considerarlo contraproducente.
El privilegio del maestro en actividad era el de conservar su puesto siempre y cuando sus aptitudes para el cargo no fueran superadas por otro. El maestro procuraría con su conducta inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la religión, consideración y dulzura en el trato, amor a la virtud, horror al vicio, inclinación al trabajo, desapego del interés y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado.
“A quien procede con honradez, nada debe alterarle. He hecho cuanto he podido y jamás he faltado a mi palabra”
El gral. Jose María Paz dijo de él: “Belgrano no tenía grandes conocimientos militares, pero poseía un juicio recto, una honradez a toda prueba, un patriotismo puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un entusiasmo decidido por la disciplina y un valor moral que jamás se ha desmentido”.
¿Qué otro sentido tiene recordar a un prócer si no es para reencarnar sus virtudes? nuestros antepasados las vivieron ¿por qué no practicarlas otra vez?

EMOTIVO HOMENAJE AL GRAN JUAN CARLOS COBIAN EN PIGUE

Gaby
El 31 de mayo a las 11hs comenzaron los eventos conmemorativos a Juan Carlos Cobián en el 117 aniversario de su nacimiento en Pigüé, su ciudad natal. Los actos comenzaron en la calle que lleva su nombre, dentro del hermoso Parque Fortunato Chiappara, donde se emplaza un piano blanco de material en su memoria y donde desde esa mañana puede observarse una muy bien lograda referencia histórica con una breve descripción de vida y obra del pianista.
La misma fue descubierta por la Profesora Andrea Camandona, Presidenta del HCD en representación del Intendente Hugo Corvatta , y Gaby “La voz sensual del Tango” quien dirigió unas palabras a los presentes a pedido de Mabel Cerutti, conductora del acto y encargada de las actividades para adultos mayores en el distrito. “Como artista de tango y representante de una joven generación, agradezco enormemente estos emprendimientos que realzan en inmortalizan a personajes y obras de la cultura popular argentina. Dentro de 50 años, cuando se acerque a este parque un chico de 10 o 15 años y lea estas líneas, podrá imaginar la enorme dimensión alcanzada por un coterráneo, nativo de su propia localidad”, señaló la cantante.
Acompañaron: Maribel Merquel, Secretaria de Cultura de la Municipalidad de Pigüé, José Valle, CEO de Dandy Producciones, vecinos de la localidad, autoridades y banda militar que cerró el evento interpretando el tango “La Cumparsita”.
Como corolario de esta jornada de memoria, se realizó una ofrenda floral en el busto en su honor ubicado a pocas cuadras del parque, sobre calle Alsina. Allí Emi Cobián y Gaby entonaron el estribillo de la obra “La Casita de mis Viejos” como despedida para todos los presentes y anticipando algo de lo que se viviría al día siguiente en el espectáculo “El Motivo” en el Teatro Español.
La gala mencionada fue una noche plagada de emoción y talento. Artistas locales junto a valores nacionales brindaron un espectáculo que superó los 130 minutos sin que el público notara el paso de las horas.
Emi Cobián, nativa de Pigüé pero radicada hace años en la Ciudad de Buenos Aires, con importantes giras internacionales en su haber, fue la encargada de abrir el show. Entre lágrimas de emoción la cantante dejó sentidos tangos que fueron gratamente recibidos por los presentes.
A la rubia pigüense le siguieron los jóvenes bailarines locales Florinda y Luciano que dejaron muy bien representada a la danza en la ciudad; Darío Rodríguez, también local, demostró sus cualidades vocales con tangos de Cacho Castaña, Ástor Piazzolla y Horacio Ferrer -en vísperas del cumpleaños del letrista- y llegó el turno de la estridente y entradora Florencia Albanesi que no dejó rostro sin sonrisa. La simpática cantante y locutora hizo un repaso de sus interpretaciones humorísticas con disfraces acordes y gracia sin par que desataron la alegría en el teatro todo.
Seguidamente, una representante del Instituto Coreográfico de Pigüé realizó un baile unipersonal que sorprendió gratamente y llegó el turno del gran Rubén Moreno que acompañado por Tito Bagna y Juan Carlos Diez, dejó tres páginas memorables: Estrella, Tiempos Viejos y el bolero Perfidia.
A continuación llegó el momento de recibir a la morocha del tango, Gaby, que evocó a las grandes figuras del teatro de revista, a las figuras que marcaron la época de oro del tango y la novela más popular de la historia de la televisión argentina, Rolando Rivas, con imágenes de video y las canciones: El viejo varieté, Buenos Aires del 40 y Taxi mío.
Dentro del espectáculo, se reconoció la trayectoria de “Chiquito” Sosa, con una plaqueta otorgada por la Municipalidad de Saavedra y el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina (CEDICUPO) en manos del Intendente Hugo Corvatta.
El último intérprete en aparecer fue el cantor de Saavedra Nicolás Rodríguez quien, según el productor José Valle, “tiene menos técnica que muchos pero algo que no se compra ni se aprende: carisma”, eso que llaman ángel y que es la relación mágica que se establece con el público.

Párrafo aparte merece el homenaje que Gaby rindió a Juan Carlos Cobián, que en este caso fue realizado con su obra más popular, Nostalgias, recibiendo uno  de los aplausos más efusivos de la noche.

DIEGO LUCERO

Luis Alfredo Sciutto, popularmente conocido como Diego Lucero, nació el 14 de junio de 1901 en el barrio Bella Vista de Montevideo, ciudad en donde jugó muy bien al fútbol, como número cinco. Comenzó jugando al deporte rey en Suárez, Lito, luego pasó a las filas del conjunto uruguayo de Bella Vista, y de ahí a Nacional de Montevideo. Llegó a ser incluso internacional con Uruguay. En el área periodística, se destacó por haber presenciado todos los mundiales de fútbol, desde 1930 hasta el día de su fallecimiento, cuando estaba próximo a cumplir 93 años. Llegó a Buenos Aires en 1935, y se estableció de forma definitiva en la capital bonaerense. A su llegada a Argentina trabajó para el diario Crítica y como corresponsal de Radio Carve y del periódico El Pueblo, dos medios uruguayos. Diez años después colaboró en la fundación de "Clarín" junto con Roberto Noble. Escribió sus maravillosas crónicas en Crítica y Clarín, concretamente en la Sección “Minuto 91”.
Fue el único periodista que cubrió todos los campeonatos mundiales de futbol desde 1934 hasta 1998. Pero el futbol era sólo una de las muchas pasiones que ardían en el alma de ese hombre, que manejaba con idéntica gracia el "lenguaje del tablón" y las hebras más sutiles del idioma poético. Muchas cosas aprendió "en esa gran aula a la intemperie con cielorraso de cielo, que son la calle y el mundo", casi tantas como en los libros cuya compañía siempre buscó sediento a lo largo de los años.

Tuvo una participación decisiva en el nacimiento y en la fama de algunos de los más importantes medios gráficos de ambas orillas del Río de La Plata -El Nacional y Marcha, en Uruguay; Crítica y Clarín, en Argentina-. Sus andanzas por el mundo, llevado tanto por exigencias del oficio como por curiosidad de vagabundo, lo acercaron a la Guerra Civil Española -donde estuvo a punto de ser fusilado por los franquistas, viendo con Neruda, en las calles de Madrid un río de sangre sin consuelo-, y a la Segunda Guerra Mundial -como corresponsal, entrevistó tanto a Goebbels como a integrantes de la resistencia francesa-, reflejando todo el horror y toda la dignidad con un lenguaje exquisito que en el periodismo actual va camino al olvido.

Tenía una facilidad congénita para acertar con la palabra justa, con la música secreta de cada frase. Varias veces dio la vuelta al mundo, siempre tras la divisa blanca de los soñadores de la libertad. Esa fiebre del alma que le cosquilleaba en los pies, lo hizo caminar con familiaridad por esa Europa de piedras enamoradas de los siglos, pero también disfrutaba estar presente allí donde la historia crujía y estallaba, mezclándose con las víctimas, en el humo y en el estruendo, con una vocación desesperada de dar testimonio desde el lugar de los hechos, aunque éstos fueron "un oscuro rincón del mundo" como los bautizaría muchos años después el mayor terrorista de la historia.

Le gustaba quemar largas horas de chamuyo con los frates, con los compañeros de quehaceres y quesoñares, porque nunca creyó que el tiempo valiera oro. "Eso del time is money es otra mentira de los ingleses, esos grandes pipetas que desde antiguo nos fumaron en cachimbo. Porque nuestro tiempo lo que quieren es que lo transformemos en trabajo y de nuestro trabajo, el money es para ellos y para nosotros, sólo la fatiga". Miraba con desdén la atroz banalidad de estos tiempos donde reina la mezquindad y la "mentalidad shopping center". Se burlaba, con un humor bien criado, de los ignorantes llenos de certeza, de los eruditos en pequeñeces, de los "ortojodos". Cultivaba fervientemente la martiana rosa blanca de la amistad, la poesía, la conversa estirada en esas tardes color de mate compartido, la música de Troilo -"cuando le arranca a su bandoneón esas extrañas armonías parece que le sacara virutas transparentes al alma de una niña enamorada"-.


Sus pies nunca perdieron la costumbre de pisar la realidad, por eso siempre caminó, con los ojos bien abiertos, hacia la tierra de los sueños. Y todavía sigue caminando. Porque si bien es cierto que el 3 de junio de 1999 murió Luis Alfredo Sciutto, Diego Lucero vive para siempre en la historia grande del periodismo argentino.