lunes, 3 de junio de 2013

Manuel Belgrano: Reflexiones a partir de la vida y obra del prócer

  En este mes de junio, Manuel Belgrano es la figura sobresaliente. Hemos visto escrito en grandes carteles, que los héroes son personas comunes haciendo cosas extraordinarias. Permítasenos discrepar con esta afirmación. Hay un principio en este mundo que se cumple siempre, aunque no nos demos cuenta: el de la causa y la consecuencia. Y esto es, si alguien estudia, aprueba; si trabaja, gana; etcétera. Siguiendo este principio, se puede decir que los verdaderos héroes no son personas comunes, sino personas superiores. ¿Superiores en qué? Son capaces de soportar más que los demás, sus pensamientos son amplios y generosos, son humildes; cuando creen en algo, son capaces de entregar no sólo su fortuna, también su vida. Sólo esto los puede hacer merecedores del homenaje de las generaciones posteriores.
Veamos, pues, desplegada la vida de Belgrano a grandes rasgos. Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Fue abogado, periodista, economista, intelectual, devenido militar por circunstancias políticas. Fue integrante de la Primera Junta y participó en la guerra de la independencia. Creador de la bandera.
Belgrano fue un destacado representante de la población criolla, uno de los impulsores de la emancipación de España. Se le encargó la dirección del Ejército del Norte y a pesar de no tener formación militar, aceptó. Desde sus soldados hasta San Martín elogiaron su desempeño y humildad.
Aquí un ejemplo de su compasión: después del triunfo de Salta, firmó un armisticio con Pío Tristán por el cual perdonó la vida a varios oficiales –sin temer la crítica de la opinión pública–, bajo el juramento de que no volverían a tomar las armas contra los patriotas. Pero también supo ser duro: en 1813, los juramentados volvieron a tomar las armas. Los hizo ejecutar y colocar sus cabezas en picas con el cartel: “Por ingratos y perjuros”.
El hombre común normalmente piensa en sí mismo y en sus beneficios. Belgrano fue todo lo contrario. Todas sus aspiraciones y deseos estaban en el bienestar del pueblo (“el bien público está en todos los instantes ante mi vida”). Por lo tanto, la educación fue una de sus preocupaciones principales; por eso donó el premio de 40.000 pesos fuertes con que el gobierno lo premió por su desempeño en Salta y Tucumán, cuando podría haber disfrutado de ellos. Nos dejó aquí un ejemplo de bondad y desinterés por lo material.
Vale desenterrar las virtudes que encarnó este personaje histórico en sus ideas y sus actos para hallar en él un ejemplo a seguir para la posteridad: su generosidad, su compasión, su humildad. ¿Cuántos ‘Belgranos’ harían falta otra vez en nuestra patria para enderezar tantas cosas torcidas?
Leamos algunos de sus pensamientos acerca de los temas que para él eran básicos para el engrandecimiento  de la sociedad. Esas ideas se podrían poner hoy mismo en práctica. Por ejemplo, cuál debería ser el modelo de maestro y la importancia que habría de caberle en la sociedad.
Decía: “Debía confiarse el cuidado de las escuelas gratuitas a aquellos hombres y mujeres que, por oposición, hubiesen mostrado su habilidad y cuya conducta fuese de público y notorio irreprensible”
Hay que sea de malas costumbres, ¿es dable hacer el cálculo de los males que pueden resultar a la sociedad? Porque el ejemplo es el maestro más sabio para la formación de las buenas costumbres”. Su elección debía basarse en el mérito. mandar a sus hijos sin tener que pagar por su instrucción: allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde no reine éste, decae el comercio y toma lugar la miseria.”
Llegaba a ligar el amor al trabajo y las virtudes básicas de todo ciudadano con la educación primaria. Según su pensamiento, ninguna sociedad podía progresar si sus habitantes no tenían aprecio por el trabajo y esfuerzo, y eran virtuosos. Otorgaba a la educación primaria la mayor importancia.
Limitaba los castigos corporales, que representaban un hábito muy arraigado en la sociedad. Eliminaba la humillación pública del alumno incorregible, por considerarlo contraproducente.
El privilegio del maestro en actividad era el de conservar su puesto siempre y cuando sus aptitudes para el cargo no fueran superadas por otro. El maestro procuraría con su conducta inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la religión, consideración y dulzura en el trato, amor a la virtud, horror al vicio, inclinación al trabajo, desapego del interés y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado.
“A quien procede con honradez, nada debe alterarle. He hecho cuanto he podido y jamás he faltado a mi palabra”
El gral. Jose María Paz dijo de él: “Belgrano no tenía grandes conocimientos militares, pero poseía un juicio recto, una honradez a toda prueba, un patriotismo puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un entusiasmo decidido por la disciplina y un valor moral que jamás se ha desmentido”.
¿Qué otro sentido tiene recordar a un prócer si no es para reencarnar sus virtudes? nuestros antepasados las vivieron ¿por qué no practicarlas otra vez?

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