jueves, 25 de julio de 2013

Diez clásicos infantiles que los adultos deberían leer

“Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados,
inéditos resultan al leerlos de verdad”, escribió el famoso autor Italo Calvino en uno de sus tantos ensayos literarios. Un eximio ejemplo de esto son los libros infantiles, que a su vez son uno de los primeros contactos que tenemos con el motor de la imaginación.

Sin embargo, los relatos que se consumen durante la infancia no son por lo general más que una versión liviana de grandes obras literarias adaptadas para niños. Por esta razón, Infobae pidió a escritores y críticos literarios que recomendasen esas obras clásicas que permiten un desdoblamiento en la vida adulta: experimentar el placer de la imaginación sin fronteras, pero también el descubrimiento de un nuevo significado de los sucesos narrados.

Federico Andahazi es autor de exitosos títulos como El anatomista y El libro de los placeres prohibidos, entre otros. A la consulta de Infobae, Andahazi respondió: “El libro que a mí más me marcó fue Momotaro, un cuento anónimo japonés, cuyo protagonista es un niño que nace de un durazno y se convierte en un valiente Samurai”.

El escritor de Errante en la sombra está a punto de publicar un libro para niños titulado Tres secretos para aprender a volar. Sobre su incursión en la literatura para chicos, Andahazi expresó: “En el libro infantil ilustrado por mi esposa y escrito por mí para mis hijos, que se publicará a comienzos de agosto, el pequeño héroe lucha contra los dragones de la misma forma en que lo hacía Momotaro”.

Claudia Piñeiro, autora de La viuda de los jueves, Tuya y Un comunista en calzoncillos, entre otros, es en la actualidad una de las escritoras más reconocidas del país. Ante la pregunta, indicó: “Todos los cuentos de Saki (Munro, su verdadero nombre), en especial El contador de cuentos.” Y añadió: “Es inteligente e irónico”.

Por su parte, la crítica literaria y escritora Silvia Hopenhayn (La espina infinitesimal, Elecciones primarias) afirmó: “Si tuviera que elegir qué libro de la infancia puede retornar en la adultez, son muchísimos, al menos los que recomendaría leer en la infancia. El primero, infaltable, genial, es Alicia en el país de las maravillas. Quizá de grande me quedaría con Alicia detrás del espejo (y seguiría leyendo sus otros títulos). Lewis Carroll es un clásico imperdible para sobrevivir al sin sentido”.

“Mi relación con Lewis Carroll es permanente”, dijo Hopenhayn. “Vuelvo a Alicia cada vez que me pierdo para saber que perderse no es grave, que si bien estamos perdidos en el universo, las palabras son nuestros salvavidas, nuestra manera de flotar y desplazarnos, de disfrutar y comprender, de amar y hacer justicia”.

El poeta y novelista Fabián Casas (El Salmón, Ocio) contestó: “El principito. Porque es un libro hermoso que funciona siempre. A mí me lo regaló mi viejo para una Navidad. Además, el prólogo, donde Saint-Exupéry pone esa famosa dedicatoria (a Léon Werth), me parece una obra maestra en pocas líneas”.

Angélica Gorodischer, dueña de una vasta obra (Kalpa Imperial, Las señoras de la calle Brenner, etc.), se inclinó por Los Tres Mosqueteros –“lo volvería a leer con mucho placer”, mientras que Ana María Shua (La muerte como efecto secundario, entre tantos otros) admitió una “relación apasionada” con la Colección Robin Hood: “No podría elegir entre Colmillo Blanco (Jack London) y Hombrecitos (Louise May Alcott)”.

Por último, Betina González, ganadora del VIII Premio Tusquets de Novela con su obra Las poseídas, respondió: “Hay muchos, pero tres indudables: Las aventuras de Pinocho de Collodi, los dos volúmenes de Alicia de Lewis Carroll y los cuentos para chicos de Oscar Wilde”.

“Las tres son obras que hablan de la condición humana con profundidad y compasión, pero también trascendiendo los límites de un realismo espejo que a veces la minimiza”, dijo acerca de las razones de su elección. “Leer Pinocho de verdad, en la versión original de Collodi, es una experiencia que te enfrenta con la fragilidad y la crueldad que caracterizan lo humano”, concluye.

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