martes, 18 de agosto de 2015

Belisario Roldán

(Buenos Aires, 1873 - Alta Gracia, 1922) Poeta, narrador, dramaturgo y orador argentino que perteneció a
la última generación romántica de su país. Realizó estudios secundarios en el Colegio Nacional Central y en 1889 ingresó a la facultad de Derecho y Ciencias Sociales, pero no ejerció la profesión de abogado y se dedicó al periodismo.
Fue un orador destacado que atravesó las fronteras nacionales y se consagró en España. En 1902 resultó electo diputado al Congreso Nacional por el distrito metropolitano; ocupó, además, otros cargos públicos. En 1910 la Real Academia de la Lengua Española lo designó miembro correspondiente.
Dentro de sus obras figuran volúmenes de poemas, de cuentos y de obras de teatro: La senda encantada (1912), Letanías de la tarde (1919), Llamas en la noche, Cuentos de amargura (1919), Bajo la toca de lino (1920), La venus de arrabal (1920), El puñal de los troveros, El rosal de las ruinas, Los contagiosos (comedia dramática en tres actos), Mister Franck, Cuando muere el día, Hacia las cumbres, Luz de hoguera, El bronce, El señor corregidor, El burlador de mujeres y La virgen de la pureza. En 1922, víctima de una grave enfermedad, decidió suicidar.

Triunfal
Hubo de todo en el romance aquel...
Flores, celos, amor, llantos, excesos;
Y un día. un día sin luz, en uno de esos
amargos días del invierno cruel.

-Es preciso-dijiste- poner el
punto final a nuestros muchos besos...
Debo partir y parto... dejo ilesos
tu corazón, Poeta y tu troquel.

No supe que decir... Tu voz tenía
una extraña inflexión desconocida
y eres dueño sin duda de tu vida...
Además, mi bohemia impenitente
según es lo normal y lo corriente,
estaba trasudando altanería...

Nos dimos el adiós de un modo triste...
Tú bajaste los ojos, yo la frente:
Hubo un silencio largo; gravemente
sonriendo tus labios. y partiste.

Cuando ya lejos hacia mí volviste
la faz turbada, dolorosamente.
atravesó los oros del poniente
un adiós postrimer que no dijiste...

Mas escucha, mujer, lo que sentí...
Sentí bajo el arrullo del pañuelo
remoto que agitaba; un consuelo
que en un instante serenó mi mal;
-sentí que tu existencia inmaterial,
prófugamente se quedaba en mí

¡Qué vale que el destino se la lleve
-pensé entonces irguiéndome en la playa-
ni que a otras tierras ignoradas vaya
ni que otras fuentes del amor abreve!

¡Qué vale que su pie nervioso y leve,
musa traviesa de mi ciencia gaya,
errando sin cesar bajo la saya
busque la senda del olvido aleve!

¡Qué vale que del vaso huya el jazmín
si se ha trocado el vaso en la redoma
donde yacen su espíritu y su aroma!

¡Qué vale que te alejes, fugitiva,
si suspensa a una rama siempre viva
has quedado hecha flor en mi jardín!

(Belisario Roldán)

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