martes, 19 de abril de 2016

Mis héroes el nuevo libro de Tomás Abraham

El volumen, publicado por Galerna, reúne más de cuarenta ensayos del autor de "La empresa de vivir" y "La dificultad", entre los que sobresalen los textos dedicados a Glenn Gould y a Tulio Haperín Donghi, pero donde nada sobra o está puesto de más.
- ¿Por qué "Mis héroes"? Nada indica que hayas pensado alguna vez en otros poderes que sean los del deseo, la supervivencia, la astucia, ya que hablamos de héroes.
- Me gustó la palabra para asociarla a la admiración que tengo por artistas y filósofos. La admiración se da con un semejante. No es adoración a un jefe divino o humano. Admiramos a quien logra algo mágico con un trabajo terrestre y pedestre. En donde hay teclas, cuerdas, pigmentos y libros. Materialidades. Y son mis héroes porque les debo mi pensamiento. Es mío, pero se los debo porque lo genero por mi conversación con ellos.
- ¿Podemos pensarlo como un libro de filosofía? Y si no lo fuera, ¿qué conceptos ilustrarías por medio de los personajes?
- Cada vez más el tema de los géneros complica como lo hacen todas estas cuestiones de la identidad ¿Qué es? ¿Qué sos? Siempre la esencia. Digamos que son ensayos y que la palabra filosofía se adosa a mi pensamiento para quien lo juzgue así. Si me toca a mí el turno, digo que pienso de un modo filosófico con el objetivo de contar historias.
- Este libro, que sospecho no obedece a ningún plan previo, parece igualmente susceptible de agruparse con otros libros tuyos que quizá toman alguna distancia de las cuestiones filosóficas.
- Nunca tomo distancia de las cuestiones filosóficas porque no sé qué son tales cuestiones. Escribo sobre todas las cosas que me interesan. Pero el tema de la inteligencia en Amélie Nothomb, de la respetabilidad burguesa en Marai, como la luz blanca de Fader, me son tan filosóficos como la dialéctica trascendental de Kant.
- Dijiste que sobre ciertos autores sobre los que habías escrito era muy difícil que volvieras ¿Cómo resultó la experiencia de volver sobre estos?
- No volví, son primeras y últimas lecturas. Son encuentros maravillosos en los que trato de escribir y narrar lo que es un impacto admirativo al tiempo que hablo sobre el objeto admirado.
- ¿Por qué aparecen artistas tan disímiles entre sí como son Glenn Gould y Daniel Baremboim, o Werner Herzog y John Cassavetes? ¿Te interesan sus diferencias, su potencia, sus similitudes o nada eso, qué entonces?
- El mundo es diverso y contrastado. Mis libros se llaman fricciones, tensiones, etc. Se necesita de dos opuestos para generar una chispa. Se piensa con obstáculos. Cada uno de lo nombrados estira la cuerda de su ser hasta el final. La inhumanidad de Herzog, la extrema necesidad de ser de Cassavettes, la ambición demoníaca de Gould, y el pensamiento ético de Baremboim, en cada uno hay una forma que trasunta verdad y belleza.
- Tulio Halperín Donghi y Herzog aparecen en zonas distintas del libro. Sin embargo, imperceptiblemente, los une un aire de familia ¿Qué pensás al respecto?
- Creo que Herzog se aburriría con un libro de Halperín, y no sé si al historiador le interesaba el cine del alemán. Herzog es épico y geológico, le interesa lo inhumano, lo que rodea al hombre en su inmensidad. Halperín bucea en minucias pero sabe dar también grandes brochazos. Esto lo digo para no decir que no tienen nada que ver.
- Cassavetes y Carlos Correas serían otro dueto, de los menos obvios, si es que alguno lo es ¿Cómo los ves vos?
- Como dueto creo que podrían pasar una noche los dos borrachos y hacer algún quilombo en una casa o un bar. Nada más. Cassavetes amaba demasiado, Correas odiaba demasiado.
- Sarmiento, no el prócer sino ese observador agudo de lo real y de la historia, ese tipo comprometido con un país que no sabe bien cuál es, en esa perspectiva, ¿cómo ves su tutela sobre la Argentina contemporánea?
- No lo veo tutor. Para mí es un maestro, lo que no es lo mismo. Es un semejante, no baja línea. Es un ser deseante. Un hacedor. Quería una Argentina ancha, fuerte, y no un país mezquino que siempre grita porque lo quieren violar, robar, secuestrar como virgen en apuros.
- A pesar de haber practicado con cierta frecuencia la escritura periodística, esa misma escritura en el libro no aparece subordinada a organizar 'didácticamente' algunas ideas generales para concentrarte en mundos particulares ¿Esto es así?
- Soy didáctico por necesidad y urgencia, para comenzar, para entender lo que yo mismo hago. Tengo que ver lo que pienso, decirlo en seguida y sin rodeos, tenerlo en la punta del nervio y largarlo. Claro, luego de estudiar un par de añitos.
- El Sabato que aparece en "Mis héroes" ¿te hizo pensar en algún héroe de la literatura occidental o más bien en un funcionario contradicho?
- Falta que digas “contrahecho”. Sabato fue un maestro de juventudes que en los sesenta escribió “Sobre héroes y tumbas” que, al igual que Rayuela, crearon personajes inolvidables como La Maga y Alejandra. Además, un buen tipo, ensuciado por mediocres.
- Finalmente, ¿qué te interesó de Richard Sennett, un sociólogo bien pegado a la experiencia y a lo que de ella pueda contarse en estos tiempos?
- Lo que me interesa de Sennett es su idea de oficio, el de un trabajo bien hecho, y que hacer algo bien nos hace bien. Se trata de un ética que tiene que ver con la laboriosidad. Sus análisis sobre las pérdidas de identidad en las nuevas formas de sociabilidad, o su interés por el trabajo cooperativo, se relacionan con lo anterior, pero nos llevan a discusiones más sofisticadas. No creo que haya vuelta atrás en la historia, y a veces noto en intelectuales progresistas de talento, como Sennett y Judt, cierta nostalgia por el capitalismo industrial y el estado de bienestar de la década de la posguerra. Es un mundo que parece fenecido. Pero la idea de oficio me parece fundamental en una sociedad que ha degradado la voluntad de hacer, el estudio y el esfuerzo.

1 comentario:

  1. Tomas...esperaba tu nuevo libro...pero no esta a mi alcance soy jubilado....los libros no son objetos de lujo...AY ARGENTINA...

    Carlos Alberto 25-04-16

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