Nació en Buenos Aires el 10 de agosto de 1878, bautizado en la Iglesia Nuestra Señora de la Piedad, Ciudad de Buenos Aires, Capital Federal, Argentina el 23 de agosto de 1878 (Año 1878, folio 104), anotado por su madre Ana Ramón, siendo su padre Aurelio Palacios.
Diputado Nacional a los 25 años de edad, Palacios fue el primer legislador socialista de América.
Alfredo Palacios marcó toda una época siempre defendiendo los derechos de los más pobres y necesitados. Recorrió cada calle, casa, patio y conventillo y convirtió al barrio en una tribuna abierta.
Su pensamiento está vigente porque hoy como ayer en muchos ámbitos se desvaloriza el trabajo humano. Fue un adelantado en la lucha por el reconocimiento del aporte de la mujer en el progreso de la sociedad, y en el reconocimiento de la educación como medio para elevar las condiciones de vida del pueblo.
Combatió la demagogia, el populismo, el clientelismo político porque consideraba que eran formas de sometimiento que degrada la condición humana, llevada a cabo por políticos inescrupulosos para enriquecerse y perpetuarse en el poder.
No era perfecto, pero era virtuoso. Es cierto, era ególatra como Sarmiento, mujeriego como Urquiza y pintoresco como Monteagudo. Pero al mismo tiempo era valiente, talentoso y honrado, honrado a carta cabal. Cuidaba su ropa y sus bigotes; su chambergo llegó a ser una marca registrada.
Dijo una vez :“Yo no necesito presentarme ante los trabajadores porque ellos saben quién soy”.
“Payaso”, le dijo Perón, meses después lo invitaba a conversar en la Casa Rosada. “Este payaso no trabaja en su circo”, le contestó.
Se jactaba de que la única riqueza que lo honraba era su biblioteca. Ese era su honor, su orgullo.
Fue antiperonista pero no avaló los fusilamientos de la Libertadora. Por el contrario, los criticó con dureza y defendió como abogado a más de un dirigente sindical.
No le agradaban los curas, aunque respetaba al “Filósofo de Nazareth” como le gustaba decir, recordando que su primera lección de socialismo la tuvo leyendo “El sermón de la montaña”. Agnóstico, aceptado y libre masón, se jactaba de haber hablado, siendo apenas un adolescente, en el velorio de José Manuel de Estrada, la voz y la pluma más brillantes de los católicos de la generación del ochenta.
Los restos de Alfredo Palacios que murió el martes 20 de abril de 1965 a las 18.05 hs, descansan en el Cementerio de la Recoleta.
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