Jorge Eduardo Pastor transformó la palabra Chuenga, con mayúscula, es un nombre propio. Con minúscula, chuenga es algo así como la aproximación fonética castellana -más que castellana, argentina y más que argentina, porteña- a la expresión "chewing-gum", que en inglés significa "goma de mascar".
Y Chuenga anunciaba "chuengaáaaaaáaaaáaaaáaáaaáááá" en las cancha de fútbol, en los estadios deportivos, en las carreras. Llegaba, trepaba por las tribunas y se iba rápido. De un lugar se trasladaba a otro, siempre con las bolsas llenas de caramelos,
Empezó en 1932, en la vieja cancha de River de Alvear y Tagle, cuando debutó Bernabé Ferreyra y Cuello pasó de Tigre a River. Y trabajó hasta 1982, dos años antes de morirse.
Llevaba una bolsa de la que sacaba un puñado de caramelos masticables envueltos en papel. A decir verdad, era mucho más papel que caramelo. Eran pedacitos de un caramelo duro, blanco, con vetas de color y cortado irregularmente.
El envoltorio dejaba ver la golosina en el medio, entre dos grandes orejas amariposadas de papel. Y su unidad de medida, al mismo tiempo confiable y arbitraria, era el puñado. Eso tenía un valor ignoto. Era lo mismo un puñado de diez o doce caramelos. Chuenga metía la mano en la bolsa y entregaba lo que salía, en un gesto azaroso perfectamente estudiado.
José Pastor muere un 3 de diciembre de 1984, en su casa de Parque Avellaneda, allí por las calles Eva Perón y Lacarra. El Chuenga, sin embargo, con su inconfundible grito y estampa, siempre deambulará por los más gratos recuerdos de la patria futbolera, tal como lo hacía por los estadios y sus tribunas.
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