viernes, 25 de abril de 2014

Arturo Cancela: Uno de los clásicos de la literatura humorística argentina.

Ocupa un lugar de privilegio entre los humoristas argentinos. Ironía, parodia, sátira, pero sobre todo humor fueron los modos de registrar la hipocresía, el engolamiento, la improvisación de la vida nacional. Tres relatos porteños en 1922. Publicó más tarde El burro de Maruf (1925), ensayos; Film porteño (1933), su más ácida sátira política, y dos novelas: La mujer de Lot (1939) y esta Historia funambulesca del profesor Landormy, aparecida en 1944. En ella pone la mira en esos "visitantes ilustres", extranjeros ejemplares bien dispuestos a desentrañar el destino del país y las modalidades del ser nacional, que arribaron a Buenos Aires entre el Centenario y la presidencia de Alvear: Anatole France, Clemenceau, el conde de Keyserling... Cancela introduce al "ilustre" Abel Dubois Landormy, cuyas peripecias sostienen una de las más interesantes novelas argentinas.
Eduardo Wilde, Roberto Gache, Enrique Méndez Calzada, Enrique Loncán comparten con Arturo Cancela la tarea de contemplar con humor al mundo porteño entre fines del siglo XIX y las primeras décadas de éste. Como ellos, Arturo Cancela fue periodista. En las páginas de los diarios fue destilando su humor agudo, rápido en recoger el episodio, la manía, los caracteres, que definían al hombre de su tiempo, apoyado en una filada percepción y en una vasta cultura, casi erudición lisa y llana, pero también en lecturas de Voltaire, de Swift, de Chesterton, de Alphonse Allais...
Cuando ya ha superado la treintena -Cancela nació en 1892- parece decidirse a reunir unos pocos relatos en libro: en 1922 se edita Tres relatos porteños, que obtiene el Premio Municipal de Literatura y un notable éxito de público. Éxito sostenido no solo por su capacidad de satirizar zonas críticas de la realidad de entonces sino también por sus indudables dotes narrativas que merecerían hoy una nueva consideración de su obra.
La parra y la higuera
 D. Bartolomé Gordillo vio la luz por primera vez en Buenos Aires allá por el mes de enero de 1862. Nunca esta metáfora inevitable en las biografías estuvo más justificada que en el presente caso, pues D. Bartolomé nació de día, en el mes más luminoso de Buenos Aires, y en una casa como las de aquel tiempo, visitada constantemente por el sol: diez habitaciones corridas, con dos patios, el último de los cuales sombreado por la parra tradicional y, al fondo, junto con los granados y la frondosa magnolia, la higuera familiar. ¡La parra y la higuera! Como las hadas tutelares de los cuentos de niños, se habían inclinado sobre su cuna y murmurado, al soplo de la brisa vespertina, bendiciones y promesas. Para los padres —pareja romántica de ceñida levita y pomposo miriñaque— aquella agitación de las hojas sobre la cabecita rubia de su primer hijo no significó otra cosa sino que había empezado a levantarse el viento.

—Hay que entrar la cuna —dijo el padre—, empieza la fresca.[1]

—¡Desideria! —gritó la señora, abandonando la mecedora.

Vino la mulata y entre ambas llevaron la pesada cunita desde donde el niño sonreía a los pesados racimos pintones.


Desde aquella su primera salida al patio, el pequeño Bartolomé tuvo dos madrinas ignoradas, dos deidades benévolas que velaron por él con misteriosa fidelidad. De niño, sus frutos le hicieron conocer la inquietud del deseo, la dicha efímera del goce. De joven, su sombra alivió su cabeza trastornada por la declinación de los casos latinos y las miradas profundas de las bellas porteñas. De hombre...

miércoles, 23 de abril de 2014

Garbo, belleza y talento se conjugan en GABY "la voz sensual del tango"


Gaby es una joven cantante bonaerense que apostó por el tango cuando apenas tenía 12 años. Con una infancia repartida entre Casbas y Bahía Blanca, comenzó a educar su voz y profesionalizar su vocación con mucho esfuerzo familiar detrás del sueño de llegar algún día a convertirse en uno de los exponentes del tango argentino.
La suerte no le fue esquiva y a los 19 años  ya contaba con su primer CD, “Tangos a mi manera”, grabado de la mano de Dandy Producciones, que desde entonces guía su exitosa carrera. Sus primeras actuaciones en suelo capitalino fueron en la Esquina Homero Manzi y el Café Tortoni, dos reductos tradicionales del 2x4, donde compartió espectáculos con grandes figuras del teatro y la canción como el humorista Calígula, Delfor Medina, Francisco Llanos, Silvia Peyrou, Rafael Blanco, Galván Trío, Hugo del Carril hijo, las guitarras de Los Benítez, el Quinteto de Guillermo Meres, Oscar Ferrari, Tito Reyes, María José Mentana, María Graña, Esteban Morgado, Luis Filipelli y Alberto Podestá, entre otros.
Gaby ha recorrido el país entero llevando su espectáculo y ha sido invitada a participar de festivales internacionales como el Festival Internacional de la Música de Varadero 2008 (Cuba) y del Festival Mundial de Tango del Adulto Mayor que se realiza en Arica, Chile.
Lleva editados seis discos y un DVD de distribución internacional, ha incursionado en la composición y, además de su extensa carrera solista, Gaby integra el grupo femenino "Muñecas Bravas" (del cual es guionista e integrante junto a Patricia Malanca y Geraldine Trenza Cobre).
Gaby es además Lic. En Comunicación Social (UBA) y coautora de los libros: "CARLOS DI SARLI, El Señor con Alma de Niño" y "ROBERTO ACHAVAL, El último cantor de Pichuco". Desde 2005 conduce el programa radial “La Fama es Puro Cuento” que se emite todos los domingos desde las 9 hs por Radio Mitre de Bahía Blanca (FM 100.3).
Gaby busca innovar el tango en cada una de sus presentaciones con vestuario poco convencional, tangos rescatados del olvido e interpretaciones “tangueras” de canciones de otros géneros. Con tan sólo 29 años se ha consolidado como la cantante de tangos del momento, por su belleza, sensualidad y espectacular voz.
-          ¿Qué significa el tango en tu vida?
El tango es esencial en mi vida. Todos mis proyectos tienen que ver con él. Desde lo que canto, hasta lo que escucho o me gusta escribir. No me veo cambiando de género, a pesar de que me gusta cantar algunas canciones de otros géneros en los espectáculos para romper la monotonía, el tango siempre será “mi” música. Además de las piezas me encanta su historia, conocer a sus protagonistas, investigar, ahondar en los contextos que dieron lugar a las letras o a la diversidad de estilos en las orquestas. Creo que conocer la historia nos permite decir mejor el sentido de lo que interpretamos.
-          ¿Qué le hace falta al tango para volver a ser tan popular como en su época dorada?
Creo que hace falta una política que lo favorezca y un poco de amor por lo nuestro. Me da mucha bronca cuando escucho en los medios permanentemente música extranjera que no nos identifica porque los más chicos se acostumbran a escucharla cotidianamente y tanto el folklore como el tango les suenan a “cosa extraña”, aburrida, de otros tiempos y no es así. Hace años que con mi esposo, el productor José Valle, luchamos permanentemente por abrir canales de difusión del tango, espacios para bailar, escuchar y aprender con charlas, películas, debates… ¡nuestro hijo, Galo, ya está haciéndose experto en 2x4!. Desde 2012 presento un espectáculo gratuito de media hora en jardines de infantes donde entre videos y tangos les acerco el género a los más chiquitos. Sé que no es mucho pero es un pequeño granito de arena que puedo aportar y me reconforta que lo disfruten… interactuar con chicos tan pequeños me ha enseñado muchísimo.
-          ¿Cuáles son los proyectos 2014?
Estoy escribiendo un musical con José que va a
dar que hablar. Es una idea que atesoramos hace mucho tiempo y aún no habíamos tenido la oportunidad de concretar. Este va a ser el año, me tiene muy entusiasmada ese proyecto. Claro que no es el único, también estamos trabajando en el próximo disco y tengo en gateras un nuevo espectáculo para “Muñecas Bravas” en homenaje a Aníbal Troilo en el centenario de su nacimiento. Seguiré presentándome en el interior del país y esperamos en octubre presentar el libro “El silencio que mastica el pucho” en Bahía Blanca, escrito en colaboración con varios bahienses amigos del tango.

Un 23 de Abril de 1925 Canaro debuta en París

Canaro
En el Dancing Florida, de la Rue Clichy Nº20, París, deslumbra al público francés la "Canaro et sa Symphonie", que viene a querer decir Orquesta Típica Canaro, denominación que no se ajustaba en lo absoluto al atuendo gaucho que los músicos se vieron obligados a lucir por contrato.
Mientras el talentoso director hacía furor en Francia, en Buenos Aires el músico Juan Caldarella trataba de encontrar título para el tango que había compuesto con Scarpino. La noticia en el diario Crítica le dio la idea: "Canaro en París" tituló entonces a la bella melodía.

Ada Falcón y Francisco Canaro: un amor sin destino

El, casado, dirigía una orquesta de tango emblemática. Ella, soltera, cantaba como pocas. Se enamoraron, vivieron una historia ardiente, pero él nunca accedió a divorciarse. Por ese amor, o por otros más místicos e insondables, Ada Falcón decidió entrar en una orden religiosa y recluirse con su madre en un pueblo de Córdoba, donde murió en el año 2002, quizá todavía enamorada de Canaro

Suponemos que el paso del tiempo relaja las costumbres y las reglas. Pero la historia de los amores argentinos no necesariamente marcha en este sentido. Apenas revisando la farándula patria, podemos entrever al azar la duradera pareja conformada por Armando Bo -un hombre casado- y la pulposa Isabel, que no era su esposa; la no menos insistente relación entre el cómico José Marrone y su compañera Juanita, o la anterior en el tiempo, y finalmente maltrecha, pasión entre Ada Falcón y Francisco Canaro, que aquí nos ocupa.

Recuperando la historia de esta diva del tango, sumándola a la lista de relaciones extracurriculares que antes reseñábamos, no es del todo arbitrario extraer una rápida conclusión: si comparamos los albores del siglo XXI con las décadas en las que estos caprichosos romances sucedieron, descubriremos que, al menos en el ámbito de la farándula, no es posible encontrar una relación extramatrimonial de la naturaleza de las mencionadas. Tanto Bo como Marrone y Canaro convivían con sus esposas, en plenas facultades como tales; no obstante, vivían el amor con una mujer distinta, y reconocida.
Difícilmente esta circunstancia pudiera perpetuarse en nuestros días tal como ocurrió en el pasado: un famoso que mantiene su matrimonio, y a la vez a su amante pública certificada por radios, diarios y revistas.
Al menos en Occidente, las historias de amor entre tres siempre terminan mal para alguno de ellos, pero lo habitual es que terminen mal para los tres. Mujeres y hombres de todos los países han procurado congeniar la ancestral necesidad de posesión del sujeto amado con la igualmente congénita libertad del deseo, sin encontrar nunca una solución al enigma, más que la vergüenza, la separación o el homicidio.
No es extraño que los discretos Diez Mandamientos -que no les exigen a los seres humanos que salven vidas, sino que no maten; que no exigen que distribuyamos la riqueza, sino que no robemos- nos adviertan que no deseemos la mujer del prójimo.
Los sabios tenían certeza de que las pasiones fuera de control conducían a la locura o a la muerte.
Así fue en el amanecer de la humanidad y así continúa. Sin ir más lejos, la esposa de Francisco Canaro amenazó a su esposo y a Ada Falcón con un revólver al encontrar a ésta sentada sobre las rodillas de su marido, lo que motivó que la cantante saliera corriendo y posteriormente se alejara para siempre de la orquesta, al despuntar la década del cuarenta.
Ada había nacido en agosto de 1905, y fue longeva hasta el 4 de enero de 2002, cuando entregó su alma a los 96 años. En cuanto se recorre esta friolera de años, podemos aseverar que esta mujer sobrevivió a dos guerras mundiales y a una revolución entre ambas que con el correr de los años convertiría en soviética a media humanidad y fracasaría.
Sin embargo, no pudo, aparentemente, sobreponerse a una historia de amor que acabó con su carrera artística y cambió su vida para siempre.

Lo cierto es que, alrededor de 13 años después de haber conocido a Canaro -en el sentido coloquial y bíblico del término-, Ada, ya fuese arengada por la violenta amenaza de La Francesa -como llamaban a la esposa de Canaro-, ya fuese por el perfume rancio de los amores que no van a ningún lado, puso pies en polvorosa y no paró hasta encerrarse en un pueblo del interior cordobés, Salsipuedes, junto a su madre y convertida en terciaria franciscana, hasta el día de su muerte. Los motivos deducibles fueron prosaicos: Canaro le preguntó a su abogado cuáles serían las consecuencias en caso de divorcio, y el letrado respondió que a su esposa le correspondería la mitad de su fortuna.

Es cierto: en ciertas almas, sólo el amor deja cicatrices; pero no debemos descartar que en otras el pragmatismo adquiere también la forma de una pasión.
Ada Falcón fue una chica precoz. En todo. Comenzó rápido en la canción, pasó de la soltería a un romance desesperado y renunció rápido también a las mieles y las heridas de Cupido. A los cinco años comenzó a deleitar al público como la Joyita Argentina, y a los 13 ya dejaba corazones en ruinas soltando sus gorjeos y sus alardes de mezzosoprano desde un cuerpo de pajarito. Doblemente precoz: no sólo se dio a la música antes que a la pubertad, sino que llegó al tango cuando las cancionistas recién le nacían a este burlón lamento rioplatense. Antes de los 20 años debutó en el cine mudo. Poseía una mirada intensa, como si viera un fuego más allá del mundo, y los ojos de ese verde que no se encuentra en la naturaleza. Hizo colisión con la mirada de Canaro, que era más transparente, pero viril y magnética, cuando se asomaba a los 24 años y, junto con su primer trabajo en colaboración -el estribillo que Falcón graba en La morocha, el 24 de julio de 1929- inauguraron este amor sin destino.

No podemos decir que Ada Falcón haya sido una devota de lo que se entiende por cordura antes de conocer a su amante, 17 años mayor.

Desde siempre le rehuyó al público, y no bien la fama le dio pie, adoptó las veleidades de las divas. A menudo me pregunto si es el amor el que inocula en los seres las decisiones inesperadas o si, por el contrario, las personas con una sed innata por el exotismo buscan en el amor el justificativo para soltar las riendas. Hay personas que necesitan de la tragedia y de la soledad como otros el agua o el pan. ¿Quién sabe si los disparates que supuestamente hicimos por amor son realmente su consecuencia?

Por amor, supuestamente, la esposa de Canaro amenazó con un revólver a la pareja adúltera; por amor, supuestamente, Falcón se recluyó en la religión. Pero tal vez las emociones o ambiciones que las motorizaron no sean obligadamente amor. Si es que, a fin de cuentas, alguien se atreve a definir el concepto "amor".

Ante esta mujer se prosternaron Gardel y Discepolín, y el marajá de Kapurtala le dejó una joya más grande que su pena cuando quiso llevársela para sus pagos y la diva re­culó. Entonces, ¿por qué iba a dejarlo todo por el único tipo que no estaba dispuesto a seguirle la corriente? A mí que no me la vendan: eso no es amor, es misticismo.

Ada Falcón gustaba de ventilar el hecho, o la leyenda, de que su padre era un hombre reputado entre los adinerados de la Argentina, y en ningún caso el marido de su madre. A mí me parece que era tan hermosa que se enamoró de sí misma y que no consi­deraba digno de merecerla a mortal alguno, excepto el Todopoderoso, o el Hijo en la creencia cristiana, quien, según el relato de la artista, se le apareció en cuerpo entero y se partió el corazón con la joya que el marajá le había regalado.
Que me perdonen los ro-mánticos, pero entre las muchas melodías que Canaro compuso y tocó, yo creo que no tocaba pito en esta opereta: la dama quería irse con Dios desde antes de conocerlo, y el romance problemático fue el boleto más expeditivo.
Pero tal vez me equivoco, y mucho. Quizá fue el amor el que arrasó a esta mujer, y la llevó como un viento poderoso a terminar sus días en una orden religiosa. ¿Quién puede saberlo?
En cuanto a Canaro, era un pelado orgulloso. Al día de hoy, no se ha descubierto ninguna cura para la calvicie masculina, y es probable que logren contener las peores pestes de nuestro siglo antes que este pequeño desplante capilar. Pero como con muchos desafíos que los hombres no han logrado resolver, lo han convertido en signo de prestigio contra natura: el Indio Solari, Luca Prodan y más tarde el vocalista Cordera han hecho de la calvicie un sello de distinción rockera. Hoy, animadores y humoristas presentan su cuero cabelludo sin cabello como el último grito de la moda.
No era tan fácil ostentarlo en los inicios del siglo XX. Canaro le hacía frente a la fama y deslumbraba a las mujeres con el brillo de su pelada a lo Sarmiento. Quiere la historia jugarnos chistes, porque a este pelado perenne lo apodaban "Pirincho", tal el nombre con que lo llamó la partera al alumbrarlo con los pelos de punta como un punk. Vio la luz en Uruguay el 26 de noviembre de 1888.
Apuesto lo poco que me han dejado mis errores a que su infancia pobre, como canillita, fue determinante en el hecho de que, en su adultez, hiciera de la acumulación de dinero un asunto fundamental. Canaro nunca olvidó la opresión que impone en el alma la falta de efectivo. También acumuló mujeres. Aunque la música fue su pasión, más de una vez debió desalojar a las corridas un boliche para no ser presa de un dueño celoso.
Como compositor, lo abarcó todo: compuso tangos, comedias musicales, comedias a secas y guiones de películas. Compuso cerca de 500 títulos. Pero para recordarlo basta con citar La última copa o Se dice de mí.
Este hombre al que se consignaba como individualista y que, posiblemente, mirando su pasado desprovisto, nunca hay­­­­­a dejado de temer las incertidumbres del futuro, fue el fundador de la más persistente e importante defensa gremial de los artistas de la composición, Sadaic (Sociedad Argentina de Autores y Compositores), registrada en 1940, y presidente reelegido en varios términos. Quizá precisamente el temor por no saber cómo lo recibirían los años lo haya llevado a construir una institución que garantizara en lo posible la seguridad de quienes vivían de su magín, ese bien frágil y esquivo. Por eso digo que no debemos desdeñar los efectos del temor o las ambiciones. Murió unos días antes del Año Nuevo, el 14 de diciembre de 1964, a los 76 años; veinte años más joven que la mujer a la que parece que le arruinó la vida.
Yo no sé si el amor sucedió o no entre estos dos divos. Pero el chisme ha quedado. Los rostros sin colágeno, la calvicie sin injertos, las canciones y el chisme: son cosas que perduran.
La literatura no es más que los grandes chismes que no han querido morir con sus protagonistas, o que han surgido de personajes que nunca nacieron como nosotros, y por lo tanto no pueden morir. Un rostro verdadero, una canción y un buen chisme, siempre son bienvenidos al páramo de la duda y el aburrimiento de los hombres.
Francisco Canaro (1888-1964). Uruguayo, violinista, director y compositor de tangos.
Ada Falcón (1905-2002). Cantante de tango de gran éxito, actriz de cine, en 1942 decide retirarse con su madre a un pueblo de Córdoba en el que ingresa en una orden religiosa de terciarias franciscanas. .

viernes, 18 de abril de 2014

¿Por qué a García Márquez se lo relaciona con las flores amarillas?

Gabriel García Márquez fue un hombre supersticioso y entre sus costumbres, solía llevar siempre flores
amarillas en su saco y decorar su casa con ellas.
El motivo es por que según el fallecido escritor y periodista, las flores amarillas traen suerte. 
"Mientras haya flores amarillas nada malo puede ocurrirme", aseguraba el Nobel de Literatura, quien tal como cuentan sus allegados, no podía escribir si no había una flor amarilla en el escritorio.
Tal era su fascinación por las flores de este color, que en su emblemática obra  "Cien años de Soledad" relata un pasaje donde "una llovizna de minúsculas flores amarillas cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie". 
"Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro".

sábado, 12 de abril de 2014

INGENIERO WHITE: XXV Fiesta del Camarón y el Langostino

El director del Instituto Cultural, Sergio Raimondi señaló que “Las dos instituciones deportivas de White estarán cocinado diferentes tipo de pescados y mariscos. Desde el jueves 17 a las 10 de la mañana hasta el domingo 20, habrá una gran feria y juegos para los niños. También los dos museos estarán abiertos (Ferro White y el museo del Puerto). Y a su vez un gran cronograma de música popular"
La presentación en la que estuvieron la titular de la Sociedad de Fomento de Ingeniero White, Andrea Cardone, y Marcelo Bertolino en representación de la empresa Profertil, una de las firmas auspiciantes de la tradicional fiesta de la comunidad whitense.
Sergio Raimondi
Cuatro días de cazuela, paella, rabas, cornalitos, folklore, rock, cumbia, reggae, Tango, reinas y princesas, juegos, microcirco, feria y tortas barriales. Con la presentación de Suna Rocha, Los Autenticos Decadentes, Néstor Rolán , Los Pericos y Gaby "La voz sensual del tango"(que rendirá un show homenaje al emblemático Aníbal Troilo, en el centenario de su nacimiento)
El escenario principal tendrá más de 20 bandas, grupos de baile y espectáculos infantiles.
Se hará en Guillermo Torres y San Martín, de Ingeniero White.
La fiesta, organizada por la sociedad de fomento de Ingeniero White, con el auspicio y la colaboración del Instituto Cultural de Bahía Blanca y el apoyo de distintas empresas
Los inicios de la fiesta están vinculados con el pasado inmigratorio de White. A fines de 1989 vecinos y trabajadores del puerto hicieron una cazuela gigante en el Muelle Nacional. Ese fue el inicio de la actual “Fiesta Nacional del Camarón y el Langostino”: una olla de casi dos metros y medio y a la cabeza la cocinera María Marzocca, que había anotado en su casa la receta para 50 personas y la multiplicó por miles.
La fiesta es entonces una oportunidad para recuperar los saberes de muchas generaciones: desde la cocina, las bandas locales, la feria de artesanos o el trabajo de los museos comunitarios.
Ingeniero White es una localidad y puerto de la provincia de Buenos Aires,La historia de este pueblo, se remonta hacia los principios de la América sin descubrir, en aquellos tiempos, los aventureros y
Suna Rocha
exploradores como Fernando de Magallanes, en 1520, año en que en medio de su travesía hacia el sur, por las costas patagónicas, descubrió la bahía Blanca, a la cual la llamó Bahía de los Bajos Anegados. a pesar de que sus nativos la tenían llamada Blanca Vadia o Vadia Blanca. En 1804 antes de que llegara Magallanes, marinos españoles la denominaron Bahía de los Buenos Cables que los ingleses denominaban blanca. en 1823 el piloto Fernández Pareja reconoce el brazo de mar que lleva su nombre (Arroyo Pareja, Punta Alta). Más tarde, en 1827, cuando el gobierno de la Provincia de Buenos Aires proyecta crear una ciudad y un puerto al sur de la provincia -iniciativa ya planteada en 1823 por Bernardino Rivadavia, ministro de gobierno de Martín Rodríguez-, decide llamarla Bahía Blanca, donde al año siguiente una expedición reconoce el área con ese nombre. En 1828 el coronel Ramón Estomba en su diario de viaje hace referencia a la región con el título "expedición a la bahía blanca...". En el acta de fundación se la designa como Fortaleza Protectora Argentina y al Puerto se lo denomina de la Esperanza (hoy Ingeniero White). El ministro de Guerra Balcarce en ese año propone llamarla Nueva Buenos Aires pero la persistencia de sus pobladores en llamarla Bahía Blanca hizo cambiar esas denominaciones.

En 1883 la concesión del puerto le fue otorgada al Ferrocarril del Sud. Al momento de su inauguración, en el año 1885, se contaba con un pequeño muelle en curva que, por sus reducidas dimensiones permitían atracar tres vapores de ultramar y otros tres de cabotaje. La exportación de cereales a partir de 1889 se incrementó; lo que llevó a considerar la construcción de un muelle de alto nivel y ampliar el muelle de acero. Dicha obra comenzó en el año 1902.

Cobró una gran importancia sobre los principios del Siglo XX, por la gran llegada de inmigrantes, europeos en su mayoría, que se instalaron, tanto en el puerto como en la ciudad de Bahía Blanca.
Gaby

El pueblo se componía en sus comienzos de precarias viviendas de chapa y madera, muchas de ellas aún existentes, lo cual ha contribuido a dar una nota característica al paisaje urbano.

Como un homenaje dispuesto por el general Julio Argentino Roca, presidente de la Nación, por decreto del 20 de junio de 1899, la localidad recibió el nombre del ingeniero Guillermo White. El presidente había anunciado con anterioridad tal designación en una de sus visitas a Bahía Blanca, y en presencia del propio White, siendo uno de los pocos homenajes que se han hecho en vida a personas ilustres.

En el año 1929 las Empresas Eléctricas de Bahía Blanca (EEBB) encargaron el proyecto de una planta termoeléctrica al Arquitecto J. Molinari, jefe de proyectos de la compañía Ítalo-Argentina de Electricidad, quien había realizado en la Capital Federal muchas subestaciones de transformación. El protagonismo de la Usina General San Martín en el desarrollo bahiense se apagó a mediados de los años ochenta, cuando entró en funcionamiento la Central Termoeléctrica Luis Piedrabuena.

ENRIQUE CARRERA SOTELO, POETA

Poeta, letrista y periodista, Enrique Carrera Sotelo fue partícipe de la etapa de mayor encumbramiento del tango. Nació en el barrio de Barracas, se desempeñó como periodista, llegando a escribir para “Caras y Caretas”. Mientras, colaboraba con sus letras para distintos compositores.

En 1924 conoció a Carlos Gardel, quien grabó “Patadura”, “Chinita” y “Esta vida es Puro Grupo”, que había escrito Carrera Sotelo. Otros de sus tangos son “Congojas”, “Silenciosamente”, “Milonguero viejo”, “Nieve, viento y sol”. Tuvo luego una intensa actividad en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadayc) y una larga carrera en la vieja Biblioteca Nacional de la calle México. Murió el 12 de abril de 1951 en Buenos Aires.

Poema: “Patadura” (Letra de Enrique Carrera Sotelo)

Piantáte de la cancha, dejále el puesto a otro
de puro patadura estás siempre en orsay;
jamás cachás pelota, la vas de figurita
y no servís siquiera para patear un hands.
Querés jugar de forward y ser como Seoane
y hacer como Tarasca de media cancha gol.
Burlar a la defensa con pases y gambetas
y ser como Ochoíta el crack de la afición.

Chingás a la pelota,
chingás en el cariño,
el corazón de Monti
te falta, che, chambón.
Pateando a la ventura
no se consiguen goles.
Con juego y picardías
se altera el marcador.

Piantáte de la cancha que hacés mala figura
con fouls y brusquedades te pueden lastimar
te falta tecnicismo, colgá los piparulos
de linesman hay puesto, si es que querés jugar...
El juego no es pa' otarios, tenélo por consejo
hay que saber cortarse y ser buen shoteador...
En el arco que cuida la dama de tus sueños
mi shot de enamorado acaba de hacer gol.

Sacáte los infundios,
vos no tenés más chance.
Ya ni tocás pelota,
la vas de puro aubol,
te pasa así en el campo
de amor, donde jugamos:
mientras corrés la liebre
te gano un corazón.

miércoles, 2 de abril de 2014

ROBERTO ARLT

  Roberto Godofredo Cristophersen Arlt nació en Buenos Aires el 26 de abril de 1900, hijo de Karl Arlt, prusiano de Posen (hoy Poznan, en Polonia), y de Ekatherine Iobstraibitzer, natural de Trieste y de lengua italiana. El carácter de su padre, un soplador de vidrio también capaz de confeccionar tarjetas postales art nouveau, no facilitó su inserción en el hogar de la familia, que abandonó en 1916. Aunque hasta esa fecha había asistido a varias escuelas, aprendió sobre todo en las calles del barrio porteño de Flores, donde transcurrió buena parte de su infancia y adolescencia. La necesidad lo haría pintor de brocha gorda, ayudante en una librería, aprendiz de hojalatero, peón en una fábrica de ladrillos y estudiante fracasado de la Escuela de Mecánica de la Armada, por recordar algunas de las ocupaciones que llenaron sus días. Un matasellos y una máquina de prensar ladrillos le dieron las primeras y tempranas ocasiones de comprobar la escasa atención que iba a merecer su persistente carrera de inventor, pasión que había de encontrar un eco notable en su obra literaria.
  En 1916 inició su trabajo de periodista, tarea con la que intentaría resolver sus problemas económicos y que le permitió relacionarse con los círculos literarios porteños. En esa fecha dio a conocer su primer cuento, «Jehová», con el que comenzó una carrera de escritor que se consolidaría desde que en 1926 dio a conocer El juguete rabioso, novela sobre un adolescente que se inicia como delincuente y termina como traidor a los suyos. En un tiempo de aparente prosperidad para el país, esa obra parecía hablar de la crisis de los proyectos modernizadores del siglo XIX, que habían convertido a Buenos Aires en una babélica ciudad de inmigrantes, moradores de inquilinatos y conventillos cuya única realidad era la de las calles en que se desenvolvía su lucha por la vida. Eran la cara oculta de una Argentina agitada por conflictos ideológicos y de clase, amenazada por una crisis económica inminente, observada por los militares que dominarían la escena política a partir de 1930. La excepcional lucidez de Arlt haría de esta primera obra, interpretable como la voz de los postergados por el sistema social vigente, el punto de partida de la novela argentina contemporánea.

     La valoración de esas aportaciones se vio afectada durante mucho tiempo por las polémicas que agitaron la vanguardia porteña de los años veinte. Su capítulo más recordado es el de las diferencias reales o aparentes que enfrentaron a los grupos de Florida y Boedo. Aunque mantuvo relaciones con los escritores adscritos al primero (por algún tiempo fue secretario de Ricardo Güiraldes, a quien dedicó El juguete rabioso, y colaboró en la revista Proa), Arlt no dejó de sufrir el desdén de los martinfierristas, representantes de un arte minoritario y europeizado, jóvenes cultos que parecían detentar los derechos a la tradición literaria y a la renovación. Ese rechazo lo llevaría a ocultar sus lecturas y alardear de sus deficiencias de estilo, despreciando a quienes escribían bien y eran exclusivamente leídos por correctos miembros de su propia familia. En esa tesitura, inevitablemente había de ser relacionado con el otro bando: con quienes desde el barrio popular de Boedo defendían un arte comprometido con los problemas del hombre, preferían el cuento y la novela a la poesía, y veían en la literatura una posibilidad de contribuir a la transformación de la sociedad.

     Pero tampoco era ése su lugar. Las empresas colectivas no parecían interesarle, ni siquiera cuando iban encaminadas a mejorar las condiciones de vida de los desheredados. Las razones de su acusado individualismo pueden encontrarse en sus experiencias personales, que determinaron en alguna medida la visión negativa de la institución familiar y de la mujer que ofrecen sus personajes, su temor de la miseria, la fascinación ante quienes mostraran poseer la fortaleza necesaria para sobrevivir solos en un medio social hostil. El juguete rabioso se alimentaba en buena medida de ese material autobiográfico, y descubría vidas difíciles en un Buenos Aires hasta entonces prácticamente ignorado. Las novelas Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931) ampliaron después esa indagación con un tratamiento alegórico que la convertía en una reflexión sobre la sociedad argentina e incluso sobre la condición humana. Los apodos simbólicos de algunos miembros de una sociedad secreta, financiada mediante la explotación de los prostíbulos y destinada a provocar una conflagración universal, son el indicio más evidente de la condición expresionista de esos relatos, que convierten la realidad en una fantasmagoría donde se dibujan con nitidez los perfiles de un mundo que se desmorona. La voz burlona o cínica del narrador se encarga de parodiar ese drama hasta convertirlo en una mascarada, desde la perspectiva de quien conoce la falsedad de los valores, la inutilidad de los esfuerzos, lo insensato de las ilusiones, el fracaso inevitable de los proyectos y lo terrible del fin. De paso, es posible percibir las consecuencias de una modernidad tecnológica tan fascinante como amenazadora, de unas prácticas revolucionarias tan esperanzadoras como grotescas, de la alineación social y psicológica que padece el hombre contemporáneo. La única salida (falsa también) se concreta en la transgresión, en la degradación que permite una absurda apariencia de ser, en la perversidad que al menos permite la certeza de existir en el mal. En El amor brujo (1932), sin duda su novela menos comentada, Arlt insistiría aún en la presentación de personajes obsesionados por la felicidad y a los que la fantasía permite evadirse de una existencia gris.

     La factura realista fue la dominante en los nueve relatos reunidos en el volumen El jorobadito (1933),  próximos a las inquietudes características de las novelas citadas. Eso no impidió que algunos mostraran una proclividad hacia lo fantástico que había de acentuarse progresivamente. Aparentemente ajena a la literatura argentina, la obra de Arlt encontraría en esa dimensión la posibilidad de afirmarse en una tradición que en el Río de la Plata contaba ya con notables manifestaciones de ese signo. Arlt insistió en ella tras visitar España y Marruecos en los últimos meses de 1935 y los primeros de 1936. Fruto de ese viaje fueron los cuentos que en 1941 reunió en El criador de gorilas: aunque también estaban presentes el África negra y algunos escenarios asiáticos de cultura islámica, las referencias geográficas remitían sobre todo a Marruecos, con preferencia por Tánger, cuyo estatuto internacional favorecía la actividad de los Servicios Secretos de distintas potencias, y por los territorios entonces sometidos al control de España. Allí fue donde Arlt se sintió fascinado por un mundo seductor y repulsivo, conjunción violenta de medioevo y modernidad, fiesta de colorido determinada por la diversidad de los tipos humanos, primitivos y refinados, generosos y crueles. Crímenes, venganzas, pasiones y otros ingredientes daban a las historias una atmósfera oriental, cuyo encanto resultaba corregido por el cinismo que una vez más solía caracterizar a los narradores, y que daba una dimensión paródica a la pretensión moralizadora o ejemplar que adoptaban en ocasiones. También afectaba a la crítica social (del fanatismo, del abuso de poder, de la avaricia) que permitían deducir.

     Los relatos de El criador de gorilas alejaban a Arlt del ámbito de Buenos Aires, y parecían también ajenos a las preocupaciones metafísicas que antes eran ingrediente fundamental en las complicadas psicologías de sus personajes. Con ese nuevo espíritu guarda relación Un viaje terrible, una «nouvelle» derivada de la estancia del escritor en Chile, en 1940, y publicada cuando regresó a Argentina en 1941. Aquella experiencia le permitiría imaginar un viaje hacia Panamá iniciado en el puerto de Antofagasta, y que estuvo a punto de concluir trágicamente para el narrador cuando el barco navegaba frente a la costa del norte de Perú. El relato reitera intereses manifiestos en la vida y en la literatura de Arlt. Ya en 1920, en su breve ensayo «Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires», había mostrado esa mezcla de fascinación y sarcasmo con que se refería ahora a las artes adivinatorias o a la carta astral que parecían determinar los destinos de sus estrafalarios personajes. También se encuentran ecos de sus inquietudes científicas del momento, ocupado como estaba en llevar a buen término el proceso de gomificación de las medias de señora del que esperaba la fama y la riqueza. La voz divertida y sarcástica del narrador, que ha emprendido esa «Travesía del Terror» forzado por sus últimas estafas, da un tono de farsa a la aventura y a sus protagonistas, cuyos deméritos y fracasos no entrañan concesión alguna al patetismo.

     Un viaje terrible confirma la impresión de que Arlt optaba por indagar en territorios de imaginación que a veces parecían rondar la literatura fantástica. Curiosamente, estos relatos que completan su obra narrativa recuerdan sus principios: responden a los gustos declarados en El juguete rabioso por Silvio Astier, cuando a la edad de catorce años se abandonaba a los deleites de la literatura bandoleresca y anhelaba inmortalizarse como un delincuente de alta escuela. Quizá las creaciones de Arlt pueden verse como una búsqueda de salida o de sublimación personal por medio de los sueños o la literatura, o eso es lo que indica  su producción teatral, también relevante. Si se deja al margen el fragmento de Los siete locos que el Teatro del Pueblo escenificó en 1932 con el título de El humillado, esa producción se inicia con 300 millones, obra representada en julio de ese mismo año por el conjunto de Leónidas Barletta. Arlt abordaba allí el análisis de las razones que llevan a una muchacha a suicidarse, y para ello recurría a la concreción teatral de las fantasías que la habían ayudado a sobrevivir por algún tiempo: en escena aparecen Rocambole, la Reina Bizantina, el Galán, el Demonio o la Muerte, creando un clima de farsa ajeno a cualquier pretensión realista y emparentable con la factura expresionista que sus narraciones alguna vez habían conseguido. Por otra parte, esa corporización de los sueños permitía entrever la capacidad de las ficciones para subsistir por sí mismas. Saverio el cruel y El fabricante de fantasmas, piezas estrenadas en 1836, le permitirían mostrar con precisión las relaciones entre esos fantasmas y la creación literaria. Si 300 millones hablaba de la imaginación como una posibilidad de supervivencia, sublimando las frustraciones de una existencia mediocre, El fabricante de fantasmas dio vida a los que atormentaban a un dramaturgo, ahora hasta llevarlo al suicidio. Como esos fantasmas eran a la vez el fruto de la imaginación y de los remordimientos de un escritor, la literatura se mostraba capaz de revelar las dimensiones profundas de la personalidad, a la vez que el juego entre la imaginación y la realidad convertía al autor y a sus personajes en una sucesión de máscaras sin identidad precisa. En esa idea insistiría Saverio el cruel, apelando al recurso pirandelliano del teatro dentro del teatro para conjugar una broma canallesca con la reflexión sobre la farsa de las relaciones y las ilusiones humanas y el análisis de los mecanismos del poder, hasta dar al conjunto una dimensión trágica.

     Arlt estrenó La isla desierta en 1937, África en 1938, y La fiesta del hierro en 1940. A esas obras hay que sumar Prueba de amor, «boceto teatral irrepresentable ante personas honestas» que se editó en 1932, las «burlerías» La juerga de los polichinelas y Un hombre sensible publicadas en 1934, y El desierto entra en la ciudad, una farsa dramática que Arlt concluyó poco antes de morir en Buenos Aires, el 26 de julio de 1942. De esas obras, que dan a su autor un lugar de notable relieve en la vanguardia teatral argentina, merece especial atención África, cuyos cinco actos van precedidos de un exordio en el que Baba el Ciego, un «jefe de conversación», declara su intención de narrar las historias que luego conforman la obra. África se propone así como una ficción dramática que a su vez genera otras, y afirma su relación con la práctica oral del relato que Arlt había observado en el norte de África y que también inspiró los cuentos de El criador de gorilas.

     Arlt había escrito para el diario El Mundo, donde empezó a trabajar en 1928, las Aguafuertes porteñas que reunió parcialmente en un volumen publicado con ese título en 1933. El mismo periódico lo envió a España y Marruecos en 1935-1936, y antes y después a Uruguay y Brasil, en 1930, y a Chile, en 1940. Entre las crónicas de viaje escritas a raíz de esas experiencias, sobresale la selección y publicación en 1936 de sus Aguafuertes españolas (1ª parte. Impresiones), además de los artículos en que dejó constancia de los rudos trabajos de las campesinas marroquíes, de su visión crítica de determinadas costumbres árabes, y de la fascinación que también llevaría a sus relatos y a su teatro. Las aguafuertes de El Mundo constituyen la parte de mayor interés literario en una producción periodística que incluyó también las notas redactadas en 1926 para la revista Don Goyo, así como las crónicas policiales escritas en 1927 y 1928 para el diario Crítica. Esa producción permite comprobar la gran capacidad de su autor para adentrarse en los problemas sociales y políticos de su tiempo, y para exponerlos con imaginación y rigor: no sólo los que afectaron a la Argentina de su época, sino también los que pudo observar en los países por los que viajó y los que determinaban la atmósfera internacional cada vez más enrarecida que llevó a la segunda guerra mundial.