Gabriel García Márquez fue un hombre supersticioso y entre sus costumbres, solía llevar siempre flores
amarillas en su saco y decorar su casa con ellas.
El motivo es por que según el fallecido escritor y periodista, las flores amarillas traen suerte.
"Mientras haya flores amarillas nada malo puede ocurrirme", aseguraba el Nobel de Literatura, quien tal como cuentan sus allegados, no podía escribir si no había una flor amarilla en el escritorio.
Tal era su fascinación por las flores de este color, que en su emblemática obra "Cien años de Soledad" relata un pasaje donde "una llovizna de minúsculas flores amarillas cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie".
"Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro".
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