El auditorio del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, en pleno barrio de Palermo, fue el miércoles a la noche el escenario donde Garcés y un público de más de 200 personas desmenuzaron en conjunto con su autor esta novela publicada hace 21 años y que recrea el mito de Fausto, en una historia de amor cruzada por un pacto con el diablo.
La lectura de la primera página de "Crónica de un iniciado" en la voz de Garcés fue el comienzo de la charla que mostró a un íntimo Abelardo Castillo (1935) con reflexiones, recuerdos y anécdotas.
Entre los aplausos de una sala colmada, Castillo remarcó: "Siempre estoy reescribiendo y de esa página cambié una palabra: el apellido de Graciela (uno de los personajes)".
Lanzada en el 92, la novela fue escrita a lo largo de 30 años, cuando Castillo tenía 27 años; es el testimonio de una época hito situada entre el 61 y 62, vinculada con la sensación de fin de mundo, la crisis de los misiles en Cuba, la caída de Frondizi.
La presencia del diablo es parte de esta novela que recrea el pacto fáustico. ¿Qué evoca esa figura mítica del mal? disparó Garcés.
"Recuerdo haber sido instintivamente religioso mucho antes de internarme en el orden salesiano. Esta religiosidad, que perdí a lo largo de los años, de algún modo sigue latente en mí, no del modo tradicional. Ser un espíritu religioso no implica creer en Dios, significa estar atado al universo y la humanidad entera", destacó el escritor.
Y agregó: "Donde está Dios, está la presencia de lo demoníaco. De ahí que mi novela ocurre en Córdoba -la ciudad más católica del país- y que el diablo le diga a Esteban (personaje principal) `puede prescindir de Dios pero no de mí´".
Respecto a la tradición fáustica, el escritor explicó que en su formación literaria intervino "no sólo Goethe sino de la tradición recogida por el propio Goethe, todos terminaron pasando por mi mano. No hice más que seguir un modelo casi invariable en la escritura del pacto fáustico: el hombre que pacta algo con el demonio, sin posibilidad de salir de la negatividad de éste".
"Sin embargo, Esteban le pregunta al diablo `a cambio de toda esa nada, ¿qué debo dar de mí?´ y el diablo le contesta ´lealtad fanática a ciertos principios´", medió Garcés.
Y Castillo abrevió: "El tema subyacente se podría resumir con Nietzsche, toda la filosofía gira alrededor de un solo tema: llegar a ser lo que se es. El diablo le propone al protagonista que descubra quién es".
Fundador de revistas claves como El Escarabajo de oro, El ornitorrinco y El grillo de papel, el escritor hizo despertar risas entre los espectadores con sus anécdotas domésticas, recuerdos adolescentes y su "temor" a las mujeres.
"Creo que hay un modo de razonar, de sentir de la mujer que está mucho más cerca de la verdad que el hombre. Siempre me he sentido frente a determinado tipo de mujeres como los niños se sienten ante la vigilancia de la madre. Hay algo en ellas temible", analizó.
El secreto de "Crónica de un Iniciado", según su autor, es que "no importa si el universo tiene sentido o si dios o el diablo existe, lo único que importa es el sentido que el hombre se da a sí mismo en ese universo. Somos aquello que elegimos ser y somos el sentido que nosotros nos damos a nosotros mismos. Sirve para esto la famosa frase del poeta Horacio `Corta la flor del día´".
Con tono jocoso, Garcés como entrevistador, y también en su rol de lector, se mostró sorprendido con las revelaciones de Castillo sobre la novela, como conversaciones no plasmadas pero que, como destacó su autor, están escondidas y sugeridas a lo largo de la lectura.
Una lectora del público, le preguntó a Castillo el por qué de lo no narrado. "Lo no dicho es tan importante o más importante que lo dicho. Un ejemplo clásico es en `El Pozo y el Péndulo´ de Edgar Allan Poe, el protagonista acepta cualquier cosa, menos el pozo y Poe nunca dice qué hay ahí…", deslizó.
"Un estudioso del libro -continuó- dijo que fue un error; sin embargo, creo que ese es el gran hallazgo del cuento: aquello horrendo que hay en el pozo no lo pone Poe, lo pone el lector, es su propio miedo".
Entre disparos filosóficos y un análisis profundamente literario, Castillo aclaró: "La novela trata del amor entre un hombre y una mujer. Todo esto que le ponemos está alrededor, no es sobre física cósmica ni sobre el bien y el mal". Y Garcés reforzó: "Es tremendamente divertida, se habla de grandes cosas pero siempre en un tono menor".
Finalmente, en cuanto al nexo entre felicidad y literatura- a raíz de la pregunta de un lector- Castillo dijo: "El escritor escribe siempre sobre lo que no tiene o lo que ha perdido. No escribe sobre la vida real, porque esa es para vivirla. Nadie que esté acostado con una mujer está pensando en ese momento que es tema para un cuento".
"Si estamos de acuerdo con quiénes somos y cómo somos muy probablemente no sintamos la necesidad de crear un mundo imaginario… Los mundos reales son todos aquellos que tiene que ver con nuestros sueños y locuras. Escribir es tratar de llenar un agujero de algo que no sabemos muy bien qué lo va completar", concluyó.